¡Feliz sábado! Creo que el maestro de hoy nunca había aparecido por aquí aún. Es incluso posible que te suene porque a veces sale en los libros de texto (yo creo que lo he leído en alguno) pero, en cualquier caso, no es nada conocido. Sin embargo, una vez más, vamos a ver cómo la historia ha sido algo injusta, olvidándose de compositores que tienen una gran calidad.

Te presento a Claude Goudimel (1510-1572), compositor francés nacido en Besanzón, de quien se llegó a decir que fue profesor de Palestrina aunque no era cierto. En 1549 aparecieron publicadas obras suyas mientras estudiaba en la universidad de París. Poco después pudo conocer a Pierre de Ronsard y puso en música varios poemas suyos. También se estableció como un reputado impresor, cosa que hizo junto con Nicolas du Chenin. Em 1557 completó un salterio en colaboración con el poeta Louis des Masures y parece ser que luego se estableción en Lyon, donde terminó muriendo años más tarde. Todo lo que compuso fue prácticamente compuesto y publicado entre 1551 y 1558 y contribuyó al florencimiento de casi todos los géneros musicales de su época. A pesar de su gran cantidad de música popular, sus composiciones religiosas brillan por sí mismas.

De este maestro vamos a escuchar su Salve Reina a 12 voces. Las voces van entrando en imitación hasta ir creando pequeños clímax en un estilo inconfundiblemente veneciano. Las voces también se van respondiendo unas a otras en eco entre momentos de texturas más gruesas. Goudimel trata a la obra de una forma silábica, con menores momentos para el contrapunto. Destaca cuando el coro canta eia ergo, momento en el que canta al completo para luego ir distribuyendo las voces en grupos solistas. En el ad nos converte, el maestro repite estas palabras a modo de súplica a la Virgen. En el o clemens paso algo similiar ya que el conjunto es más íntimo. Todo el conjunto se une en un grandioso o dulcis Virgo Maria final, lleno de luz.

La interpretación es del Studio de Musique Ancienne de Montréal dirigido por Christopher Jackson.