Salve Regina

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¡Feliz sábado! Vamos hoy a disfrutar de una pequeña obra de un gran maestro francés. Si bien es cierto que lo más conocido de él son otro tipo de obras mayores (en cuanto al tamaño), también hemos disfrutado del maestro pequeñas joyas como las de hoy.

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Hablo de Francis Poulenc (1899-1963), compositor francés nacido en París. Darius Milhaud dijo: «Francis Poulenc es música por sí mismo y no conozco ninguna otra música directa expresada de una forma más simple que va tan directa al objetivo». Le llegó a dar clases Ricardo Viñes y por medio de él conoció a Falla y Satie. Cuando murieron los padres de Poulenc Viñes se convirtió en un mentor espiritual, quien también interpretó las primeras piezas de Poulenc. Este describió a su maestro como «el hombre más delicioso, un hidalgo bizarro con un enorme bigote, sombrero en el estilo español más puro y botas que usaba para darme patadas en las espinillas cuando no cambiaba bien los pedales. Admiraba a ese hombre con locura porque, en 1914, era el único virtuoso que tocaba a Debussy y Ravel».

Escuchemos su Salve Regina, FP. 110. Es una obra para coro compuesta en 1941. A pesar de su tono jaculatorio y de alabanza, contiene en su interior un pequeño drama. Poulenc usa una escritura sencilla y prácticamente homofónica, con melodías que casi se acercan a la música popular. Otra especialidad del francés es el uso de una armonía ambigua, jugando con el modo mayor y el menor. También nos presenta diversas sutilezas como al final, en el que indica que debe cantarse dans le style d’une complainte, quizá pretendiendo poner toda la pena posible por todo lo que estaba sufriendo Francia por entonces. Es una composición que sabe a un verdadero bombón del mejor chocolate.

La interpretación es de Laurens Collegium dirigido por Wiecher Mandemaker.

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