Ten piedad de mí, Señor

¡Feliz lunes! Para comenzar la semana disfrutaremos de una música impresionante de un compositor cuya vida fue no menos sorprendente. A veces, ciertos maestros casi son recordados más por sus biografías que por sus composiciones.

Me refiero a Carlo Gesualdo (1566-1613), compositor italiano nacido en Gesualdo; era príncipe de Venosa y conde de Conza. La biografía de nuestro compositor de hoy está llena de adjetivos. Fue un asesino ya que todo parece indicar que mató a su primera mujer, María de Ávalos, tras sorprenderla en adulterio. Fue un obseso de la música puesto que durante su vida esta no solo fue su pasión, sino su verdadera obsesión, de forma que incluso llegó a abandonar a su segunda mujer, Leonor de Este, para dedicarse a sus obras, sus músicas y sus músicos, a quienes contrataba para que tocasen para él y con él. Era un gran escrupuloso ya que los remordimientos por ese asesinato no lo abandonaron durante toda su vida. Parece ser que incluso se sometía a cruentas penitencias. ¡Ah! Y era católico, sobrino de san Carlos Borromeo, por quien sentía una (cómo no) también obsesiva devoción.
Disfrutemos de su impresionante salmo 50, es decir, el Miserere mei Deus. Destaca su sentido lamentativo de principio a fin y esto no solo porque lo requiere el texto, sino porque es un refleo de sus propios tormentos vitales. Gesualdo compone esta soberbia obra a base de repeticiones y de una impresionante alternancia entre la polifonía y el canto monódico. Es especialmente destacable el uso del cromatismo, marca de la casa en él. Las líneas graves cantan una línea sinuosa y doliente y el resultado global puede calificarse como sobrecogedor.
La interpretación es de The Hilliard Ensemble.