¡Qué alegría cuando me dijeron!

Laetatus sum, Sumaya

¡Feliz lunes! Empezamos otra semana y lo hacemos con la alegría de saber que vamos a la casa del Señor, que es el texto de este conocido salmo. La música viene de un maestro de creo que aparece por aquí por primera vez y vamos a ver cómo merece la pena. Démosle la bienvenida como Dios manda.

Catedral de México

Se trata de Manuel de Sumaya o Zumaya (c. 1678-1755), compositor mexicano nacido en Oaxaca. En los alrededores de 1690 pudo entrar al servicio de la catedral de México y ya su arte con la música casi de hizo legendario. En 1708 fue nombrado segundo organista de la catedral y un par de años más tarde ya estaba casi al mando de la música del templo a pesar de la oposición de varios. En 1711 llegó a México el duque de Linares como virrey y reconoció el talento de Zumaya y le llegó a emplear como traductor al español de libretos italianos. El maestro también se dedicó a componer óperas que hicieron las delicias de todos. En 1714 fue promocionado a primer organista y eso hizo sino que aumentase el prestigio de este compositor, que ya era casi una institución en el país.

Escuchemos su salmo Laetatus sum. La obra está compuesta a once voces con acompañamiento de violines y debió ser muy conocida (y utilizada) porque existen hasta dos versiones de esta composición conservada en el archivo de la catedral de Oaxaca. Esta composición es como una especie de caleidoscopio. Sumaya hace uso de un contrapunto que nos recuerda a Palestrina, de concepción eminentemente modal, sabiamente mezclado con la policoralidad, una gran presencia de las homofonías barrocas, que tienen su base en la tonalidad. Por tanto, es una perfecta obra para estudiar y apreciar el desarrollo musical de las composiciones del Nuevo Mundo.

La interpretación es de la Compañía Musical de las Américas dirigida por Jean-Claude Malgoire.

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