Las banderas se enarbolan

Vexilla regis, Liszt

¡Feliz Martes Santo! Vamos a disfrutar hoy de un himno para el Viernes Santo pero, puesto que para ese día te propondré otras música, vamos a quedarnos hoy con uno de los músicos más genuinamente representante del romanticismo musical. En su momento fue todo un fenómeno de masas como te he contado en otras publicaciones. Hoy disfrutaremos de una de esas obras poco conocidas de él.

Franz Liszt

Se trata de Franz Liszt (1811-1886), compositor húngaro nacido en Doborján, que actualmente pertenece a Austria con el nombre de Raiding. Parece ser que tenía tres vicios reconocidos: alcohol, cigarros y coñac. En 1846 estuvo en Praga y se le pidió que diese una charla. Berlioz parece ser que acudía también y algún tiempo después dijo: «Habló bien y también bebió bien. Se tuvieron tantas mareas de champán que toda la elocuencia de Liszt naufragó en ellas». Liszt necesitó ayuda para volver a su hotel, cosa que hizo Berlioz junto con su secretario. En el viaje, parece ser que el pianista se encontró con un compañero de fiesta y le faltó un pelo para batirse en duelo con él. Al siguiente día Liszt tenía que dar un concierto y media hora antes de salir al escenario aún estaba dormido por la borrachera. Fue el propio personal del hotel el encargado de medio despertarlo, meterlo en un coche de caballos y conseguir que llegase a la sala de conciertos a tiempo. Si cualquier otro habría fracasado, Berlioz dijo: «Tocó como no creo que nadie haya antes haya tocado en su vida. En verdad, es el dios de los pianistas».

De este descomunal pianista vamos a escuchar su Vexilla regis prodeunt, S. 355. Es una obra para orquesta de 1864. En su última etapa vital las obras religiosas fueron protagonistas. Baste recordar que era franciscano de la Orden Tercera y que en 1865 recibió las órdenes menores y el título de abad. El texto latino de la obra fue escrito por Venancio Fortunato en el siglo VI con motivo de una procesión de reliquias de la santa cruz en Poitiers. La versión original de esta composición fue escrita para piano y luego el propio Liszt la orquestó. La obra describe más el caminar de una procesión de guerreros en vez de penitentes. La segunda parte de la composición reelabora el material de la primera y le aporta a la composición un tono más moderno.

La interpretación es de la Orquesta de la Academia de Viena dirigida por Martin Haselböck.

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