¡Feliz viernes! Para ir aproximándonos a este fin de semana con día festivo incluido, vamos a viajar desde el punto de vista musical a un lugar encantador. Es posible que no sea un sitio demasiado conocido pero está relacionado con un famoso héroe legendario que incluso ha inspirado alguna que otra conocida ópera. El maestro de hoy es uno de los más importantes de la época romántica.

Se trata de Franz Liszt (1811-1886), compositor húngaro nacido en Raiding. Parece ser que tenía dos vicios que no dudaba en fomentar: fumar y beber alcohol, sobre todo coñac. En 1846 asistió a un banquete al que Berlioz también estaba invitado. Parece ser que se quedó bebiendo hasta casi las dos de la madrigada. Berlioz decidió llevárselo pero se encontraron con otro invitado a la fiesta y casi llegaron a un duelo, aunque finalmente no prosperó. Al día siguiente, Liszt tenía un concierto... y media hora antes del mismo todavía no se había presentado y los del hotel tuvieron que llamarlo. Parecía que todo iba a ser catastrófico pero, según Berlioz, tocó como nunca lo había hecho, llegando incluso a afirmar el francés que era un dios del piano, algo que obviamente es verdad.

Liszt compuso tres suites para piano llamadas Años de peregrinaje. La primera de ella se enclava en Suiza y se inicia con La capilla de Guillermo Tell. Data de 1879 y se refiere a una pequeña capilla cercana a Lucerna en la que pernoctó el mismísimo héroe suizo Guillermo Tell. La introducción lenta vienen tres acordes que van expandiendo el material poco a poco, que incluso moldean el material que aparecerá luego en la coda, de forma variada. La sección intermedia evoca la música de la trompa alpina, otro de los emblemas suizos por excelencia. En esta segunda sección es mantenido el material inicial, y todo él está imbuido de ese lema suizo que es «todos para uno y uno para todos». Como siempre, Liszt nos asombra con su capacidad para describir y crear todos los ambientes posibles dentro de una pieza para piano.

La partitura de la pieza puedes descargarla aquí.

La interpretación es de Claudio Arrau al piano.