Los siete dolores

¡Feliz sábado! Es claro que, en este contexto, los siete dolores se refieren a los de la Virgen, que es lo que vamos a disfrutar hoy. De la música se va a encargar todo un monarca, por lo que vamos a darle la bienvenida para que se sienta como en palacio.

Es Leopoldo I (1640-1705), rey, compositor y mecenas de la música. Era miembro de la casa de los habsburgo y recibión una amplia educación humanista para ser preparado para perseguir metas intelectuales y espirituales en vez de sentarse en un trono. Aprendió a tocar varios instrumentos (especialmente el clave, el violín y la flauta dulce) y es proable que en composición se formase con Antonio Bertali y Markus y Wolfgang Ebner. Parece ser que tenía una profunda fe en la Iglesia católica, algo que se reflejaba en toda su corte. A pesar de las diversas campañas, se las arregló para cultivar las artes, aumentando la cantidad de músicos con los grandes maestros de la época como Bertali, Draghi, Bononcini, Schmelzer, Kerll o Fux. Su gran interés era la música para la escena, especialmente para las obras de teatro impulsadas por los jesuitas.
Vamos a escuchar su Motetto der Septem Doloribus B[eatae] M[ariae] V[irginis] «Vertatur in luctum cythara nostra«, W 40. No tiene una fecha clara de composición y su texto no es bíblico, sino algo nuevo, con préstamos que recuerdan mucho al stabat mater. Escuchamos una sucesión de recitativos y momentos fugados en un tono de lamentación que dialoga con las partes corales. Por ejemplo, en Lachrymantem et dolentem piis fletibus comitemur escuchemos sonidos dolientes a base de una ascensión por semitonos, y la primera aria para soprano consiste en dos versos con ritornelo al estilo de las óperas contemporáneas. En el número final el diálogo con el coro se hace especialmente evidente, poniendo un bello broche de oro.
La interpretación es de Cappella Murensis y Les Cornets Noirs.