Un imponente concierto

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¡Feliz miércoles! Eso es justo lo que vamos a escuchar hoy, un concierto de esos rotundos que sirven para nuestro disfrute y el lucimiento del solista que lo interpreta. El maestro de uno de los nombres más conocidos de finales del siglo XIX.

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Es Camille Saint-Saëns (1835-1921), compositor francés nacido en París. En su haber tiene ser el primer compositor de Francia en componer un poema sinfónico. Se convirtió en un segundo Franz Liszt ya que adaptó el virtuosismo de este a sus sinfonías y obras concertantes. Sabía lo que se hacía porque era un consumado pianista y organista además de escritor y crítico musical. Precisamente estos instrumentos los estudió en el conservatorio de París. Durante veinte años fue organista de la iglesia de La Magdalena de la capital francesa. Como concertista de piano llevó a cabo giras de conciertos por Estados Unidos con el más rotundo éxito. Allí pudo interpretar sus propios conciertos para piano para asombro de todos. Aunque le tocó vivir una época en la que la influencia de Wagner lo dominaba todo, Saint-Saëns supo vivir ajeno a ella ya que se mantuvo siempre unido a la tradición clásica que tan bien sabía moldear. Su espíritu conservador no fue un impedimento para que sus obras fuesen tenidas en gran estima, algo que ocurre igualmente en nuestros días.

Disfrutemos de su Concierto para piano n.º 2 en sol menor, op. 22. Fue estrenado en 1868 y compuesto a toda prisa después de que conociese que ese año Antón Rubinstein iba a dar un concierto en París. Por tanto, se estrenó con Rubinstein dirigiendo y el compositor tocando. El primer movimiento, Andante sostenuto, empieza casi con una imitación de Bach y con un segundo tema que nos recuerda a Chopin. Luego viene una parte (Allegro scherzando) en forma sonata y parece que anticipa a El Carnaval De Los Animales del propio compositor. El final es un Presto el compás de 2/2, con sonidos que casi suenan a tarantela. Hay que hacer notar que el auditorio acogió con frialdad este concierto, aunque Liszt dijo de él que le gustaba su «singularidad».

La partitura de la pieza puede descargarse aquí.

La interpretación es de Dimitri Shishkin (piano) y la Orquesta Marinski dirigida por Mischa Damev,

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