¡Qué maravilla!

O quam mirabilis, Bingen

¡Feliz miércoles! Lo cierto es que la obra de hoy lo es, a pesar de que no es conocida aunque creo que sí proviene de las manos de una mujer que se ha instalado ya en nuestros oídos. Para mucho, por tener en su nombre el adjetivo de santa no es considerada una compositora destacable pero bueno, cada uno sabrá.

Es evidente que me refiero a santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), mística, compositora, teóloga,... polímata alemana nacida en Bermersheim. Aunque se suele decir de ella que era abadesa, lo cierto es que parece que a los ojos de la Iglesia no lo fue. El convento en el que ella estaba estaba bajo la jurisdicción de un abad por lo que ella era magistra, es decir, maestra espiritual. Curiosamente fue el emperador Federico Barbarroja el único que la consideraba como abadesa aunque a ella no le hizo mucha gracia que el emperador le concediese ese privilegio (cosa que hizo hasta por escrito en 1163). Pasados los siglos el papa Benedicto XVI le concedió otro privilegio: ser nombrada doctora de la Iglesia, de forma que sus escritos quedaron a la altura de los de san Agustín, san Gregorio, san Isidoro y santo Tomás de Aquino.

Disfrutemos de su antífona O quam mirabilis est. Trata sobre la creación del primer humano por parte de Dios, momento en el que empezó el resto de su acción. Para Hildegarda la humanidad era la cúspide de toda la creación, de forma que en ella el hombre participaba con su microcosmos, formando parte de ese gran macrocosmos. Es la base de su cosmología neoplatónica. En la antífona, la santa conecta el corazón divino con el rostro humano en una bella melodía repetida, de forma que parece un reflejo del ir y venir del alma a Dios. Una preciosa obra para darle algo de luz a este día.

La interpretación es de Sequentia.

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