La música del salmo



¡Feliz martes! Hoy vamos a disfrutar por partida doble: porque meditaremos con un bello salmo y a la vez nos maravillaremos por una increíble música. Alguna vez te he ofrecido música del maestro de hoy y siempre es una delicia volver a disfrutarla. Quizá no es uno de los nombres de que diríamos al recordar a maestros del pasado siglo XX pero a lo mejor deberíamos revisar nuestros datos para ir haciendo hueco a unos compositores o, por qué no, a lo mejor ir eliminado otros...

Ese a quien tenemos que tener en mente es Alberto Ginastera (1916-1983), compositor argentino nacido en Buenos Aires. Adoptó ciertos principios del serialismo y los distintos movimientos experimentales presentes en su época pero lo hizo de forma poco ortodoxa, mezclándolos con elementos populares de su Argentina natal. Desde pequeño tuvo una carrera prometedora que asentó cuando entró en el conservatorio de Buenos Aires. En Tanglewood hizo amistad con Copland y logró así que sus composiciones se interpretasen en Estados Unidos. Como organizador de conciertos presentó en Argentina a los grandes maestros internacionales, como Messiaen, Xenakis, Dallapiccola o Nono. Sus implicaciones políticas y otros problemas personales (como el divorcio con la chelista Aurora Natola) hizo que se marchase a vivir a Suiza, donde falleció. No fue un solo retiro dorado sino que siguió componiendo y dando a luz algunas de sus obras más importantes. Sin duda, Ginastera es uno de los grandes maestros de la segunda mitad del siglo XX que tenemos que conocer más obligatoriamente.

De este argentino vamos a disfrutar hoy su Salmo 150, op. 5. Fue compuesta en 1938, por tanto de su juventud, orquestada para coro mixto, escolanía y orquesta; fue la composición que realizó cuando se graduó en el conservatorio. Ya aquí vemos que Ginastera tenía una formación sólida y una carrera prometedora. La obra es magnífica y la instrumentación es increíblemente buena. Ginastera era católico y esto lo usa en su obra, hermosa, pero sin demasiadas concesiones al nacionalismo que luego haría en sus composiciones posteriores. La obra fue algo interpretada tras su estreno pero no se ha instalado entre sus obras más tocadas. Lo cual es una pena porque su profundidad es destacable y la serenidad y luminosidad del aleluya final nos hace caer en la cuenta de que tenemos entre manos una música casi paradisíaca.

La interpretación es del Coro Nacional de Niños y la Orquesta Sinfónica Nacional de Buenos Aires dirigidos por Pedro Ignacio Calderón.

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