Un pequeño capricho

Capriccio para dos pianos, Poulenc

¡Feliz jueves! Ayer te traía música para tres pianos y orquesta del imponderable Mozart y hoy voy a reducir un poco el número de instrumentos, aunque sin quedarnos en la mínima esencia de uno. La pequeña obra de hoy está llena de la alegría y el optimismo de que su compositor sabía imprimir a sus composiciones. Además, nos va a transportar muy especialmente a las calles de París, por las que podremos discurrir con libertad.

Francis Poulenc

Nos vamos a quedar en compañía de Francis Poulenc (1899-1963), compositor francés nacido y fallecido en París. Ya he comentado alguna que pertenecía, junto con otros maestros, al llamado grupo de Los seis. Su familia se dedicaba a los negocios farmacéuticos y el talento de su madre al piano se lo supo pasar al hijo. Luego estudió con César Franck y Ricardo Viñes. Con dieciocho años empezó a componer obras de cierto éxito. En 1923 compuso un ballet que coreografiaría Diaghilev y de nuevo fue aclamado por el público. Tras la muerte de un amigo íntimo se convirtió a la fe católica y también ello se reflejó en la composición de obras religiosas. Durante la guerra compuso obras abiertamente antinazis y, cuando el conflicto terminó, tuvo tiempo de concebir una de sus grandes composiciones: la ópera Diálogo de carmelitas.

El espíritu del Poulenc más jovial lo vamos a disfrutar en su Capriccio para dos pianos. Fue escrito para Arthur Gold y Robert Fizdale, dos pianistas americanos para reflejar la amistad que les unía; este Capriccio d'après le bal masqué era una de muchas piezas que escribió para ellos, dedicado curiosamente a Samuel Barber. Se titula así porque adapta para los dos intrumentos el final de su cantata profana Le bal masqué. Escuchamos inmediatamente ritmos carnavaleros y un impulso que nos lleva a bailar. Luego, en la sección intermedia lo suaviza algo con una sección un poco más melancólica, que nos devuelve otra vez al ambiente de la primera parte. La obra tiene un intenso carácter por sí misma y Poulenc se las arregló para que no fuese una mera transcripción. Creo que no he dicho que el maestro compuso esta joya en 1952.

La interpretación es de Anatoly Zatin y Vlada Vassilieva a los pianos.

Volver arriba