En los ríos de Babilonia

Super flumina Babylonis, Fauré

¡Feliz lunes y feliz semana! Espero que este camino cuaresmal sea fructífero para ti y que en este mes de marzo te vaya muy bien. Para empezar la semana vamos a disfrutar de la exquisita música de un maestro que siempre que lo escuchamos nos maravilla con su capacidad para moldear la música de una forma especial, con unos sonidos que casi podemos decir que son perfectos.

Gabriel Fauré

Se trata de Gabriel Fauré (1845-1924), compositor francés nacido en Pamiers. Ya mayor, el compositor dijo: «Crecí siendo un niño bastante tranquilo y que se portaba bien, en una zona de gran belleza. Lo único que recuerdo claramente es el armonio de esa pequeña capilla. Cada vez que podía me iba hacia allí y lo tocaba espantosamente pero recuerdo que era feliz. Si eso es lo que significa tener vocación entonces es algo muy agradable». Parece que los teclados no dejaron de estar presentes en su vida puesto que después de graduarse en 1865 se ganó la vida como organista y profesor de piano. En 1871 empezó a trabajar para la iglesia de San Sulpicio de París de la que era organista el insigne Charles-Marie Widor. A veces, ambos tocaban en los dos órganos del templo, con unas improvisaciones increíbles, cada uno intentando ver quién ganaba al otro. Era una persona tan buena y tan amable que ello casi le impedía llevar bien a cabo su trabajo. Me explico: era crítico musical en Le Figaro pero su tendencia a no importunar demasiado le llevaba a elaborar unas críticas musicales a menudo demasiado complacientes. Un gran hombre.

Disfrutemos de su salmo Super flumina Babylonis. Evidentemente no se trata de una de sus grandes obras maestras pero en esta obra está presente todo el talento de un Fauré que la compuso cuando solo tenía dieciocho años. La influencia de su maestro Saint-Saëns es evidente. La obra se inicia con un motivo de semicorcheas que describe el lamento de los israelitas. A continuación se suceden una serie de solos que se unen en Si non proposuero con la poderosa llamada de las trompas creando un momento temible y sublime. El coro no quiere quedarse atrás y aparece en Memor esto, que da paso a un increíble unísono que hace que el sonido orquestal se vaya apagando. Creo que el adjetivo de exquisita le viene como anillo al dedo a esta composición, ¿no crees?

La interpretación es de la Orquesta y Coros de París dirigidos por Paavo Järvi.

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