Un salmo

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¡Feliz lunes! Empezamos la semana disfrutando de la música de un maestro que no sé si ha estado con nosotros antes por aquí. Lo importante es dejarnos llevar por la música y que nos sirva de paso para orar al Dios que nos quiere.

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Vamos a estar un ratito en compañía de Gustaf Nordqvist (1886-1949), compositor sueco nacido en Estocolmo. Sus estudios musicales los empezó en 1901 en su ciudad natal y se centró en el órgano, el piano y la composición. Posteriormente, decididó ampliarlos en Berlín, siendo su maestro Arthur Willner. Tras su regreso a Suecia fue nombrado organista de la iglesia de Adolf Fredrik, puesto que mantuvo hasta su muerte. En la propia institución en la que estudió terminó siendo profesor, concretamente de armonía, siendo catedrático hasta justo 1949. También dio clases de órgano y compuso distintas obras, especialmente sus canciones a solo y sus obras sagradas, más abundante en sus años finales de vida.

Disfrutemos de su Salmo 23, es decir, ese que empieza con esa frase tan verdadera como «El Señor es mi pastor, nada me falta». Está compuesto para solista, coro, cuarteto de cuerdas, contrabajo y órgano, aunque hay reducciones para solo voz y teclado. El sueco nos regala una melodía muy lograda, apreciándose cómo una de sus especialidades era la canción. La música tan noble de este salmo es cantada por muchos coros de toda Suecia, quienes aprecian mucho la calidad y la calidez de las composiciones de nuestro maestro de hoy; uno más a ser apuntado en nuestra lista de aquellos a los que acudir frecuentemente.

La interpretación es del Danderyds Vokalensemble.

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