El santo y el polifonista



¡Feliz lunes! Otra semana que empieza y quisiera, aunque con retraso, felicitarte su ayer celebraste tu santo, ya que fue el día de san Carlos Borromeo. ¡Espero que pasases un feliz día! Relacionado con este santo estuvo un grandísimo polifonista que hacía las delicias de Borromeo con su música. Sus composiciones tienen tanta calidad que no es de extrañar que fascinasen al santo, como tampoco lo es que lo hagan con nosotros y seguro que con generaciones venideras.



Me refiero a Giovanni Pierluigi da Palestrina (c. 1525-1594), maestro italiano nacido en Palestrina. Era apodado «Il Prenestrino» y puede decirse que ha sido el músico más influyente en la Iglesia Católica. Su música es la consumación del arte renacentista de alguna forma paralelo a como lo sería el de Bach para el barroco. Ya en 1537 aparecía como niño de coro en Roma y unos años más tarde era organista principal del principal templo de su localidad natal, san Agapito. Fue tan reconocido que en poco tiempo ya era maestro de capilla de la Capilla Julia de Roma, la que canta en las ceremonias en las que no interviene el papa (que eso lo hace la Sixtina). Su música impresionó tanto que fue luego nombrado director musical de esa capilla. Como curiosidad, su primer libro de misas (que lo consagró definitivamente) compartía la misma portada que una publicación de un volumen con obras de Morales. Consiguió puestos similares en otros lugares, como San Juan de Letrán o Santa María La Mayor. En la década de 1570 sufrió varios reveses personales porque perdió a sus hijos, a su mujer y a su hermano en varias epidemias. Se volvió a casar (en contra de que parecía que iba a ordenarse sacerdote) y su nueva esposa le dio suficiente libertad económica como para dedicarse a componer hasta su muerte. A pesar de que hoy día su nombre es casi mítico, no estaba bien pagado durante sus días.

Creo que nunca te he traído su himno Veni Creator Spiritus, compuesta a cuatro voces aunque la doxología final lo está a cinco. La obra fue publicada en su colección de 1589 (a cargo de Angelo Gardano en Venecia) y en ella la polifonía se alterna con el canto llano. La composición es luminosa, llena del espíritu palestriniano y de la alegría de la fiesta de Pentecostés, para la que está escrita. El canto llano va sucediéndose por las diversas voces, de forma que poco a poco va quedando más enmascarado, aunque siempre está presente. El punto culminante es quizá el «Gloria Patri» final, en el que escuchamos las cinco voces en un momento que podemos calificar de memorable.

La partitura de la composición puedes descargarla aquí.

La interpretación es de The Sixteen dirigido por Harry Christophers.

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