La última sonata

Sonata op. 111, Beethoven

¡Feliz jueves! No me estoy despindiendo ni nada por el estilo. Gracias a Dios, en Religión Digital aún siguen considerando que las píldoras que ofrezco cada día siguen teniendo algo de intéres. La que te propopongo escuchar hoy es la última sonata de nuestro gran compositor del que este año celebramos el 250.º aniversario de su nacimiento y del que tenemos noticias por aquí semana sí y semana no. Supongo que sabes a quién me refiero.

Ludwig van Beethoven

Efectivamente es Ludwig van Beethoven (1770-1827), compositor alemán nacido en Bonn. El joven Ludwig, como hemos visto, estaba aprendiendo gracias a las enseñanzas de Christian Gottlob Neefe, quien le dio clases de composición y piano. A este respecto, estudió con partituras de C. P. E. Bach, Haydn, Mozart o Clementi. Pudo conocer la imposición del pianoforte frente al clave y en su adolescencia ya era un pianista hábil, aprendiendo mucho por su cuenta. Era también y buen intérprete al órgano y sustituía regularmente a Neefe cuando este se ausentaba. Gracias a su talento poco a poco (a pesar de su carácter) fue teniendo amigos influyentes. Siento todavía joven empezó a darle clases de música a una de las hijas de la influyente familia Breuning no solo le permitió entrar en contacto con la aristocracia local sino que consiguió que Beethoven tuviese personas que se preocupaban de él, algo que sería mucho más importante de lo que pensaba en ese momento.

Todas las obras de Beethoven son un verdadero monumento pero la de hoy aún más. Se trata de la Sonata para piano n.º 32 en do menor, op. 111. Es una de las sonatas para piano mejores de la historia que influyó en otros maestros como Wagner o Mahler; Prokofiev llegó a concebir la estructura de su segunda sinfonía basándose en esta obra. Esta obra, compuesta entre 1821 y 1822, se abre con un movimiento con indicación Maestoso–Allegro con brio ed appassionato. Tras una solemne introducción, con el primer tema, llega la parte más movida, también con un tema sombrío, pero sin perder la épica ni la narrativa. La música se desvanece casi sin lugar a una reexposición. Sigue con el segundo y último movimiento, Adagio molto semplice e cantabile. El Beethoven más sereno está aquí presente y el movimiento tiene estructura de tema con tres variaciones, una forma que le acompañó desde joven. El sentimiento de este segundo movimiento es el de despedida, con un lenguaje trascendental y escalofriantemente bello.

La partitura de la composición puedes descargarla aquí.

La interpretación es de Claudio Arrau al piano.

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