Una historia de migración Lucía es madre de tres hijos

Familias aplastadas
Familias aplastadas

Prefirió mandar a sus hijos de vuelta a su tierra, con la traumática separación que eso suponía, que sentirse culpable de un posible accidente, como si ella tuviese la culpa de tener que trabajar para comer y dar de comer.

Lucía es madre de tres hijos, es boliviana y limpia además de algunas casas, un colegio de septiembre a junio. Cada año en las vacaciones escolares va al paro. Ella intenta trabajar dos jornadas o jornada y media para enviar dinero a Bolivia donde están sus hijos.

 Fue la misma madre, con todo el dolor de su corazón, la que decidió mandarlos de nuevo a su tierra natal. En España les criaba sola, sin el padre, y trabajaba tanto que los muchachos pasaban varias horas solos cada día.

La madre estaba obsesionada con que, por su culpa, por no poder estar ella con los críos, vigilar y estar pendiente, cualquier día iban a tener un accidente en casa. Soñaba, con auténticas y terribles pesadillas, que un día sus hijos morían calcinados porque se había prendido fuego la casa y nadie había conseguido ayudarles, soñaba que en una de sus peleas de hermanos uno hería de verdad al otro y no había quien les ayudase. Sus pesadillas eran tan intensas que no solo no le dejaban dormir, es que no le dejaban vivir.

Prefirió mandar a sus hijos de vuelta a su tierra, con la traumática separación que eso suponía, que sentirse culpable de un posible accidente, como si ella tuviese la culpa de tener que trabajar para comer y dar de comer.

Así que ahora los muchachos viven allí, al otro lado del charco, y ya adolescentes se comunican a diario por skype, whattsapp, videos, mensajes de voz y lo que haga falta para mantener unida la familia.

No se atreve

 Ella les manda el dinero que gana, por eso cuando se acaba el trabajo del cole busca siempre algo más. Al principio buscaba en casas llamando a los anuncios del Diario de Navarra, y el Diario de Noticias. Luego dejó de hacerlo, era demasiado peligroso. No te puedes fiar así sin más de un anunciante. En dos ocasiones han intentado abusar de ella, hombres que le ofrecen trabajar limpiando sus casas. Vas a la entrevista, entras en la casa, cierran la puerta, y allí mismo, insinúan más o menos explícitamente que aceptar el trabajo supone algo más, supone tener relaciones sexuales con ellos, así sin más, cuando surja, cuando le apetezca al señorito.

Por eso ya no se atreve a llamar a los anuncios del periódico, no se fía, y busca agencias, aunque se queden con una parte de lo que ella gana con su trabajo, o a conocidos de conocidos que busquen a alguien, que una cosa es trabajar duro y cobrar poco, y otra es acabar siendo violada por el hecho de intentar ganarte la vida, eso sí, cuando eres inmigrante.

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