Mirada a la Fundación 'La Caixa' desde CaixaProinfancia Dame la mano y moveremos el mundo

Dame la mano y moveremos el mundo
Dame la mano y moveremos el mundo

En tiempos de mucha virtualidad, por el coronavirus, Estefanía (aunque todos la llaman Fani), acaba de recibir una tablet, que le parece “magnífica” y una “gran herramienta” para su gran objetivo: seguir estudiando. Es parte del premio con el que el programa CaixaProinfancia, que la ha apoyado en su formación desde que estaba en primaria, ha reconocido el esfuerzo de esta estudiante que cursa primero de bachillerato tras haber superado vicisitudes que habrían hecho a muchos tirar la toalla

“El premio de verdad es ir superando cada curso, para lo que han sido fundamentales las clases de refuerzo” que ha recibido a través de MIES y ACCEM, comenta una joven dispuesta a demostrar que no hay un guion escrito, ni siquiera para los que han nacido en uno de los barrios más vulnerables de España

Fani entiende de horas extra: las que echan sus padres en el trabajo, raras veces pagadas, y las que ella emplea en sus estudios, “compensadas con cada curso” que supera. Cuando terminaban las clases de la ESO, ella tenía sesiones de refuerzo por las tardes, casi a diario, dentro del programa CaixaProinfancia. Hoy, en primero de bachillerato, está ansiosa por empezar de nuevo con ese apoyo, que reconoce que para ella es “fundamental”, y aguarda a que la llamen para no perder el ritmo. “El bachillerato es complicado y, además, he cambiado de instituto… Quieras o no, lo estoy notando”, explica.

Las mudanzas en busca de alquileres que se pudiera permitir la familia y dependiendo del trabajo de sus padres han sido una constante en su vida, pero también le han ayudado a crecerse en la adversidad. Fani pone siempre buena cara a los malos tiempos, como estos días de restricciones por la pandemia: “Me pesa a veces que los fines de semana esté muy limitada la movilidad, porque puede resultar un poco más rollo, pero durante la semana, hasta me viene bien porque me concentro más en los estudios”.

Este curso, es de las pocas que tiene “el lujo de poder ir 100 % presencialmente al instituto”, a varios kilómetros de casa, porque así lo han querido sus padres, para alejarla de la hostilidad que a veces se respira en las calles de un barrio colonizado por los problemas habituales de la exclusión social de buena parte de sus habitantes. La mayoría de sus compañeros del instituto tienen que alternar el aula con la conexión telemática por la obligada reducción de aforos: “Pero a los que tenemos más dificultades, de distinto tipo, nos permiten ir todos los días, y no hay color. ¡Cómo va a ser lo mismo!”.

Pero claro, sabe que todo puede cambiar: “De momento, la tablet me va a venir muy bien para el trabajo del instituto, y para no descolgarme, si de nuevo tuviéramos que volver al confinamiento, que espero que no. Con ella, además, gano tiempo. En bachillerato el tiempo es oro”, resume.

Fani se ruboriza cuando oye lo bien que hablan de su trayectoria los educadores que han trabajado con ella a lo largo de estos cursos, quienes destacan el interés que la niña ha mostrado siempre, siendo sobre todo un ejemplo para sus compañeros. “No concibo no aprovechar esta oportunidad que me dan y por eso me esfuerzo. Las cosas hay que ganárselas, sobre todo las mujeres. Quiero ser independiente, y para eso hay que trabajar”, agrega.

Flores naciendo en una roca

Quiere ser profesora, probablemente de Biología. “Lo de enseñar, porque creo que se me da bien. De hecho, muchos compañeros me piden que les explique temas que no entienden. Y lo de Biología, supongo que me influyó mucho tener un excelente profesor en tercero de la ESO, que me dio tan bien las clases de esta asignatura, que me he enganchado a ella”, cuenta.

“El ambiente del barrio no motiva mucho, pero mis padres lo hacen a tope”, agrega Fani, que tiene 16 años, uno menos de los que tenía su madre cuando se quedó embarazada de ella. “Todo el mérito y el empeño es de la niña”, dice la madre, que tiene otros dos hijos.

Por “circunstancias de la vida”, los tuvo que cambiar de centros de enseñanza y reconoce que a los niños les costó la adaptación, pero por eso admira la fuerza de voluntad de su “mayor”. La ve ya como universitaria y le parece un sueño porque va a ser la primera de la familia en conseguirlo: “Y en el barrio, y menos una mujer, porque aquí la carrera que hacemos es con la fregona, escalera arriba, escalera abajo”, ríe. Pero sabe que su Fani “romperá todos los tópicos”.

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