El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo presidió la tradicional Misa y Te Deum por el Día del Juez que se celebra todos los años en la Basílica de la Catedral de Lima. Participaron de la celebración eucarística el Doctor Francisco Távara Córdova, distintos representantes de la Fiscalía de la Nación, jueces supremos, fiscales supremos y jueces del Tribunal militar.

También estuvieron presentes como concelebrantes el padre Rafael Reátegui Cabrera de la Comisión de Hermandades y Movimientos religiosos, y el padre René Jesús Mendoza, Vicario de la Pastoral Juvenil.

“Hoy día celebramos en esta misa, el día del juez, y nada mejor que recordar a aquel que nuestra religiosidad popular denomina: “el juez justo” o “el justo juez”, que es Jesucristo”, comentó el Arzobispo de Lima durante la homilía.

El Señor es el juez justo que nos interpela

Monseñor Castillo recordó que Jesús “es el justo juez que nos interpela definitivamente a todos para entrar en el sentido de las cosas”, y añadió que “la tarea del juez es difícil porque tiene que resolver problemas, a veces muy graves, y tiene que dar una sentencia justa, estudiar hondamente las cosas, aclararlas y tomar una determinación, y en esa misma dificultad, qué importante es tener la iluminación para acertar correctamente y hacer lo adecuado, lo verdadero”.

El tesoro más grande que tiene un juez es su capacidad de actuar según la voluntad de Dios en medio de situaciones muy difíciles y con discernimiento profundo.

“En ese sentido, Jesús viene en nuestra ayuda porque nos da un criterio esencial: toda persona justa es aquella que ha tenido misericordia con aquellos que sufren o aquellos que son las víctimas del mundo: el hambriento, el sediento, el encarcelado, el enfermo, y tantas personas que nosotros conocemos en el mundo que sufren las consecuencias del mal infligido por otros”.

Un proceso regenerativo de la sociedad

“Hacer un partecita del cielo en la tierra, como decía Santa Rosa, significa hacer justicia – prosiguió – una justicia con misericordia, aplicando sentencias adecuadas que permitan un proceso regenerativo de la sociedad y del mundo.”

“Eso es lo que quiere Jesús cuando hace de nuestra fe y de los católicos que estamos aquí presentes, personas que deben incidir en las situaciones problemáticas teniendo en cuenta que la última palabra la tiene Dios y no nosotros, y por lo tanto, saber decir y vivir de acuerdo al criterio que Dios nos establece.”

«Cierta visión de nuestro catolicismo, en los últimos años, ha creído que simplemente por llamarnos católicos ya somos justos, pensamos que por ser católicos ya somos santos, ya somos puros, ya somos justos. El Papa Francisco insiste en que, la única manera de ser justo es reconocer nuestro pecado, reconocer los límites que tenemos y disponernos a la voluntad de Dios para actuar de la manera más adecuada.”

Catolicismo ateo: una ideología que destruye la capacidad de recapacitar

En otro momento, habló sobre uno de los grandes problemas de la humanidad, la corrupción: “Ese flagelo que tenemos ocurre, dice el Papa, porque cuando es pecador uno siempre tiene la tentación de decir: “no tengo pecado”, entonces se acumula una serie de justificaciones que luego hacen que la persona degenere y ya no vea los problemas».

Esta actitud es expresión de «un tipo de catolicismo, alguien lo llamó un ‘catolicismo ateo’ porque afirmamos que por ser católicos tenemos siempre la razón y no nos equivocamos, y cuando realmente nos equivocamos encubrimos y decimos: “no es así”, entonces escondemos las cosas”.

“Le llamamos ateo porque no le deja la última palabra a Dios, porque no cree en el fin, en el último juicio de Dios, y lo que ocurre simplemente es la emergencia de una ideología que destruye la capacidad de recapacitar.”

Dejarse interpelar por el sufrimiento del otro

«En este día del juez es muy importante que el Señor nos ayude a ser jueces justos, como él, que siempre hizo la voluntad del Padre. Jesús mismo decía que su obra no era suya sino la del Padre, siempre estaba abierto a la posibilidad de que él se pudiera equivocar. Este gesto lo hizo porque vive siempre abierto a cuestionarse, a interpelarse, a dejarse interpelar por las situaciones y por el sufrimiento del otro».

“Tengan los mismos sentimientos que Jesucristo, el cual siendo de condición divina no reivindicó para sí su derecho de ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, asumiendo semejanza humana y apareciendo a su porte como hombre, se rebajó a sí mismo, se anonadó haciéndose obediente hasta la muerte, una muerte de cruz.”

Un gran aliento de renovación de la vida cristiana

El Obispo de Lima señaló que la bendición del Señor “es una fuerza para promover a las personas, para darles ánimo, para consolar a nuestro pueblo que necesita de jueces que puedan ayudarnos a todos a salir adelante y participar en esta situación que estamos viviendo hoy día dando la esperanza que el Señor nos ha dado a todos.”

Que nuestro catolicismo sea creyente y no ateo, un catolicismo vivo que acoja la Palabra del Señor y pueda ayudar a tantas personas que cada día sufren.

«Ayudemos mutuamente a limpiar nuestros errores, nuestras culpas y también ayudemos a todos los que han podido caminar bien en el camino de la justicia, ayudar a los otros a recapacitar y a unirnos todos en un gran aliento generalizado de renovación de nuestra vida cristiana y de nuestra vida como jueces, abogados, fiscales y todo el sector que ciertamente tiene un rol fundamental en la vida de este mundo y de nuestro país»,concluyó.

Al finalizar la ceremonia, el Doctor Francisco Artemio Távara Córdova pidió a todos los jueces del Perú “un esforzado y correcto trabajo, pensando fundamentalmente en hacer justicia a la ciudadanía que lo requiere y tratando de acercarnos al juez justo.”