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Ponencia del pastoralista en el Congreso mexicano: “Hay que caminar hacia una Iglesia-ciudad”
“La parroquia clásica, tal y como la conocemos se está desmoronando lentamente”. El diagnóstico es claro y tajante y procede de la mente privilegiada del teólogo quebequense Gilles Routhier, uno de los mejores pastoralistas del momento, profesor de la Universidad Laval y rector del seminario de la archidiócesis de Quebec. Por eso, además de diagnosticar, avanza la solución: caminar hacia “una iglesia-ciudad”.
Había expectación en el Congreso de pastoral urbana de la arquidiócesis de México, que se está celebrando en el seminario conciliar, por escuchar al pastoralista quebequense Gilles Routhier. Y no defraudó, ofreciendo una ponencia corta, clara y contundente, sin remilgos al uso y sin medias verdades.
Routhier comenzó señalando que “el cristianismo nació en la ciudad y la parroquia, en el campo” y, por lo tanto, desde siempre se planteó el problema de cómo adaptar la parroquia a la ciudad. A su juicio, en la actualidad “esa parroquia, heredera de Trento, ya no funciona ni se adapta a la realidad actual, y se está desmoronando lentamente”.
Ante esta situación y a juicio del pastoralista, “no se trata de adaptar la parroquia a la nueva realidad urbana, sino de preguntarse qué figura institucional es la más adecuada para asegurar el anuncio del Evangelio en las grandes ciudades”.
Para hacerlo, apuntó varias iniciativas. Primero, “tomar la realidad urbana como punto de partida de la manera de pensar el Evangelio en la ciudad, en lugar de partir de nuestros marcos institucionales, para adaptarlos a la ciudad”.
En segundo lugar, “identificar y examinar experiencias que intentan crear prácticas pastorales y formas eclesiales dentro de las grandes ciudades”. Y tercero, “explorar otras maneras de hacer presente el Evangelio en la ciudad a través de la historia”.
Gilles Routhier aboga, pues, por ir caminando hacia “una Iglesia-ciudad” en “una sociedad que se construye fuera de la Iglesia y sin referencias a ella”. Y para ello, propuso tres elementos.
El primero, la catedral “como lugar de encuentro de las diferencias, lugar de comunión y de reconciliación”. El segundo elemento sería transformar las parroquias en “lugares flexibles, para acompañar a nuestro contemporáneos” en continuo movimiento sobre todo los fines de semana. Y en tercer lugar, “la iglesia debe ser abierta y no debe estar ligada a un territorio”.
Sentado el diagnóstico y las propuestas, Gilles Routhier avanzó su conclusión: “La ciudad nos espera. Se trata de pensar la evangelización a partir de la ciudad y, para eso, necesitamos conversión, si queremos conseguir una profunda reforma de la Iglesia”.
Es decir, “se trata de anunciar el Evangelio en la ciudad, no de adaptar la parroquia a la ciudad”.
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