"No será un Papa de ruptura, pero tampoco uno que se limite a custodiar. Será un Papa constructor: de puentes, de esperanza, de comunión" José Domingo Ulloa OSA : "El Papa León representa una continuidad clara con el pontificado de Francisco, pero no como simple repetición, sino como una nueva etapa con su propio acento"

"En los círculos vaticanos su nombre se mencionaba con respeto, justamente por no buscar protagonismo, sino por encarnar con coherencia lo que muchos sueñan para la Iglesia: sencillez, profundidad y una autoridad que brota del servicio"
"Su elección ha sido un signo de esperanza. Como si la Iglesia, en comunión con el Espíritu, hubiera reconocido en él una voz que puede hablarle con verdad y ternura a este tiempo complejo."
"Puede ser el Papa que necesitamos porque su vida ha sido un Evangelio vivido con humildad, con ternura, y con firmeza"
"Cuando te cueste sonreír, piensa en ese Perú que te abrazó, en los agustinos que te formaron, y en el Cristo que te llamó por tu nombre para pastorear su rebaño"
"Puede ser el Papa que necesitamos porque su vida ha sido un Evangelio vivido con humildad, con ternura, y con firmeza"
"Cuando te cueste sonreír, piensa en ese Perú que te abrazó, en los agustinos que te formaron, y en el Cristo que te llamó por tu nombre para pastorear su rebaño"
José Domingo Ulloa (Chitre, Panamá 1956), arzobispo de Panamá y vicepresidente del Celam, es agustino como el Papa León XIV, al que conoce y con el que ha trabajado desde hace años. Quizás por eso, está convencido de que "el Espíritu Santo nos ha regalado un Papa que conoce el corazón del pueblo" y que está dotado de "sencillez, profundidad y una autoridad que brota del servicio".
A juicio del prelado panameño, la elección de León XIV es un "signo de esperanza". Y es que "puede ser el Papa que necesitamos, porque su vida ha sido un Evangelio vivido con humildad, con ternura, y con firmeza". Además, "no será un Papa de ruptura, pero tampoco uno que se limite a custodiar. Será un Papa constructor: de puentes, de esperanza, de comunión".

¿Qué sintió al oír el nombre de su amigo y hermano Roberto en boca del cardenal protodiácono?
Una mezcla de asombro, gozo profundo y responsabilidad. Al oír “el cardenal Roberto Prevost”, no solo escuché un nombre, sino una historia de fe, entrega y cercanía. En ese instante, el corazón se me estremeció, porque sabía que detrás de ese anuncio estaba un hombre sencillo, cercano, forjado en el servicio a la Iglesia y al Evangelio. Pensé en su caminar humilde, en su amor por la Iglesia latinoamericana, y sentí que el Espíritu Santo nos estaba regalando un Papa que conoce el corazón del pueblo. También me embargó un gran sentido de oración: por él, por la Iglesia, y por todos nosotros llamados a caminar con esperanza bajo la guía del nuevo Papa León XIV.
Hace poco pudo abrazarlo ya convertido en León XIV ¿verdad?
Si hace unos días tuve la dicha de abrazarlo y expresarle de parte de la iglesia que peregrina en Panamá y de la familia agustiniana nuestra oración y fidelidad a su persona y misión. Pero también sentí, en ese instante, el peso de la cruz que ahora lleva sobre sus hombros. Lo vi sereno, humilde, con esa misma sonrisa sencilla de siempre, pero con una mirada aún más llena de compasión y de fe.
¿Su amistad con el nuevo Papa viene de lejos?
El conocer al Papa León viene desde hace décadas cuando tuvimos la oportunidad de formar parte de la Comisión de OALA en el proceso de renovación especialmente en el área de formación. Luego cuando él fue elegido General de la Orden, y en ese periodo yo fui elegido Vicario Provincial - y me tocó acompañarlo en la visita que nos hizo.
Luego cuando fui elegido Obispo Auxiliar de Panamá y el asistió como General y luego en mi toma de posesión como Arzobispo de Panamá, después al el ser nombrado obispo de Chiclayo pudimos asistir a su consagración episcopal y finalmente cuando fue creado Cardenal.

¿Había indicios que apuntaban a su eventual elección papal? Por ejemplo, Francisco le había ido a buscar a Perú para convertirlo en prefecto de Obispos y cardenal
Al mirar atrás con atención su proceso, descubrimos señales que sugerían que el Espíritu lo estaba preparando para algo grande. El hecho de que el Papa Francisco lo haya llamado desde Perú —donde servía como obispo en una realidad profundamente humana y desafiante— para convertirlo en prefecto del Dicasterio para los Obispos fue una clara muestra de confianza.
Ese cargo no solo exige visión pastoral, sino también discernimiento eclesial y sensibilidad universal.
Además, su creación como cardenal en 2022 fue otro paso importante. No era una designación honorífica, sino el reconocimiento de una trayectoria marcada por la cercanía con el pueblo, la experiencia misionera, la comunión con el Papa y una espiritualidad centrada en Cristo.
Se comenta que en los círculos vaticanos su nombre se mencionaba con respeto, justamente por no buscar protagonismo, sino por encarnar con coherencia lo que muchos sueñan para la Iglesia: sencillez, profundidad y una autoridad que brota del servicio.
Su perfil latinoamericano, agustino, formado en teología y pastoral, con experiencia intercultural hablaba de un hombre capaz de unir mundos diversos. Por eso, más que sorpresiva, su elección ha sido un signo de esperanza. Como si la Iglesia, en comunión con el Espíritu, hubiera reconocido en él una voz que puede hablarle con verdad y ternura a este tiempo complejo.
¿Por qué puede ser el Papa que necesita la Iglesia y el mundo?
Porque es un pastor con olor a oveja, con raíces en el continente de la esperanza, y con mirada universal. El Papa León —nuestro hermano Roberto— lleva en su corazón la experiencia misionera, el amor por los más pobres y la claridad doctrinal que no divide, sino que edifica. Es un hombre de escucha, formado en la sinodalidad antes de que la sinodalidad se volviera lema. Desde su experiencia en Chulucana, Trujillo, y Chiclayo donde misionó y sirvió como Obispo.

Ha vivido la tensión entre culturas, ha dialogado con la diversidad, y ha sabido siempre construir puentes en lugar de muros. El mundo necesita un testigo creíble, no un político ni un administrador; y la Iglesia necesita un padre, no un gerente.
En él vemos a alguien capaz de tender la mano al que duda, de acoger al que sufre, y de hablar con la verdad sin herir. Puede ser el Papa que necesitamos porque su vida ha sido un Evangelio vivido con humildad, con ternura, y con firmeza. Porque en su voz no hay imposición, sino llamada. Porque su elección no es un golpe de efecto, sino un signo del Espíritu.
Si le pidiera un consejo, ¿qué le diría?
Más que un consejo - como un hermano en el bautismo y en ministerio episcopal podría decirle con mucho respeto: Recuerda que no estás solo. Detrás de tu ‘sí’ estamos muchos, muchísimos, está la iglesia entera que ora por ti, que camina contigo, que creemos en la Iglesia que amas y que sueñas. Y cuando te cueste sonreír, piensa en ese Perú que te abrazó, en los agustinos que te formaron, y en el Cristo que te llamó por tu nombre para pastorear su rebaño.
Estoy convencido que a un Papa como León no hay que decirle mucho… solo ayudarle a recordar que su fuerza no está en el poder, sino en la fe compartida con su pueblo. Como él mismo lo ha estado manifestando.

¿Continuidad con sello propio?
Creo que el Papa León representa una continuidad clara con el pontificado de Francisco, pero no como simple repetición, sino como una nueva etapa con su propio acento. Hay una línea evangélica que une a ambos: la opción por los pobres, la centralidad de la misericordia, la reforma de la Iglesia desde dentro, y una espiritualidad que privilegia la cercanía y la escucha. Pero León no será una copia: el es un pastor con estilo propio, con una experiencia distinta, con una voz serena pero firme.
Su sello vendrá marcado por su espiritualidad agustiniana —la búsqueda de la verdad desde el corazón inquieto—, por su capacidad de diálogo intercultural e intercontinental, y por una profunda visión eclesial que une doctrina y compasión. Él sabrá dar continuidad a los grandes procesos iniciados por Francisco, como la sinodalidad y la reforma de la Curia, pero imprimiendo su propio ritmo, su propio lenguaje, su propio testimonio.
No será un Papa de ruptura, pero tampoco uno que se limite a custodiar. Será un Papa constructor: de puentes, de esperanza, de comunión. Un hombre que continuará el camino, sí, pero marcando cada paso con la huella profunda de su alma orante y de su amor por la Iglesia viva.

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