Mensaje conjunto con motivo de las elecciones de este año Líderes religiosos argentinos piden a los candidatos más propuestas y menos agresividad

Elecciones en Argentina
Elecciones en Argentina

En una declaración sin precedentes, los presidentes del Episcopado, de las principales organizaciones evangélicas, la DAIA, Islam para la paz y el IDI afirman que la "era del diagnóstico" ya pasó y demandan políticas de estado para sacar el país adelante

(Valores Religiosos).- Ante los fuertes cruces entre las principales fuerzas políticas con vistas a las elecciones de octubre, la Iglesia católica, las principales instituciones evangélicas, la DAIA y un organización musulmana salieron a pedirle a los candidatos que “presenten con claridad y realismo sus ideas y proyectos, si caer en agresividades innecesarias que terminan desacreditando las propuestas”.

En un comunicado conjunto que no tiene precedentes en el país frente a un acto comicial y que es presentado como una reflexión frente a las elecciones, prácticamente todos los principales líderes religiosos del país afirman que la política “debiera revestir un carácter altruista y no reducirse a desprestigiar a los adversarios, ni a un juego superficial de intercambios vanos”.

Tras advertir que “la transparencia y la honestidad personal, junto a la transparencia en el rol institucional de cada uno de los poderes tiene una relación indisoluble con el bienestar y la confianza de los ciudadanos”, señalan que “el poder judicial en particular no debe dejar duda alguna de su plena independencia y desvinculación del ámbito político”.

También subrayan que “si queremos empezar un verdadero camino de recuperación, hay que salir de una vez por todas de la era del diagnóstico” y señalan que los grandes problemas del país como la pobreza estructural, el narcotráfico y la inflación “se resuelven con políticas de estado más allá de la alternancia, entendiendo que los logros de cada período deben tener continuidad. La nación ya ha sido fundada, no se refunda ni cada cuatro, ni cada ocho años”, dicen.

Firman los presidentes del Episcopado (CEA), monseñor Oscar Ojea: de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA), pastor Rubén Proietti); de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE), pastor Néstor Miguez; de la DAIA, Jorge Knoblovits, del Instituto Islam para la Paz, Sumer Noufouri, y del Instituto de Diálogo Interreligioso, padre Guillermo Marcó, rabino Daniel Goldman, y profesor Omar Abboud.

El comunicado dice textualmente:

En torno a la fiesta patria del 9 de julio, los representantes de las  comunidades religiosas de nuestro país, acercamos estas reflexiones previas al inicio del proceso electoral. Elegimos esta fecha porque como comunidades creyentes valoramos hondamente las tradiciones. De las raíces viene la fuerza que nos hace crecer, florecer y fructificar.

En las fechas patrias cantamos en el himno: "Oíd el ruido de rotas cadenas". Aquí no hay solo memoria del pasado, sino un anhelo de libertad. Estamos cantando un deseo, un sueño. Y la memoria de esta fecha es a la vez  recuerdo de que no hay libertad sin fraternidad. Porque “nuestras” guerras de la Independencia son las mismas que condujeron a las independencias de los países vecinos y hermanos. El pueblo argentino nace en el espacio fraterno de la solidaridad latinoamericana que no puede ser borrado de la memoria histórica. Un pueblo que a lo largo de más de dos siglos se ha enriquecido por las diferentes migraciones, con sus riquezas culturales y religiosas.

Elegir autoridades nos pone frente a la inmejorable ocasión de entablar un diálogo acerca de nuestro presente y nuestro futuro, que represente la esperanza que tenemos para nuestro país. La cultura del diálogo como camino, el respeto del otro como conducta, y el tener dentro de cada proyecto a los que más sufren la pobreza y la exclusión como criterio y método, deben ser prioridades. No hay verdadera libertad sin fraternidad, y esta no se da sin la concreta realización de los derechos sociales.

El proceso electoral no debe significar una crisis, ya que es simplemente algo que ocurre indefectiblemente en las democracias. Ahora bien, es necesario  revitalizar la democracia, no reduciéndola a un acto eleccionario. La democracia se atrofia, pierde representatividad, se va desencarnando si deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad y  en la construcción de su destino. La política colabora para que el pueblo se torne protagonista de su historia y así se evita que las llamadas “clases dirigentes” crean que  pueden dirimirlo todo.

A quienes aspiran a la responsabilidad que implica una candidatura, les pedimos presentar con claridad y realismo sus ideas y proyectos, sin caer en agresividades innecesarias que terminan desacreditando las propuestas. La política es la vocación más alta del hombre en comunidad y nos permite construir la anhelada fraternidad. Debiera revestir un carácter altruista y no reducirse a desprestigiar a los adversarios ni a un juego superficial de intercambios vanos. Podemos hacerlo.

La  transparencia y honestidad personal, junto a la transparencia en el rol institucional de cada uno de los poderes tiene una relación indisoluble con el bienestar y la confianza de los ciudadanos. El funcionamiento deficiente de los poderes produce un alto costo social. El poder judicial en particular no debe dejar duda alguna de su plena independencia y desvinculación del ámbito político.

En asignaturas nodales, que constituyen el eje de las diversas problemáticas presentes en nuestra nación, y si queremos empezar un verdadero camino de recuperación, hay que salir de una vez por todas de la era del diagnóstico. Todos y cada uno de los habitantes de este país sabemos que: la pobreza estructural, el narcotráfico, la creación de empleo, el cuidado de la vida, la crisis ambiental, la educación inclusiva, la inflación, la reivindicación de los adultos mayores y la protección absoluta de la niñez, son temas que se resuelven con políticas de estado más allá de la alternancia, entendiendo que los logros de cada período deben tener continuidad. La nación ya ha sido fundada, no se refunda ni cada cuatro ni cada ocho años.

Como  comunidades creyentes podemos afirmar que la gloria de Dios es que el ser humano viva, es decir que se realice, que salga adelante, que crezca, que se desarrolle. Como hombres y mujeres de fe en el Dios Misericordioso, tenemos un compromiso profético en nuestro mundo de hoy.  Nuestra tarea es ayudar a recordar que detrás de las cifras – a veces parecen preocupar sólo si suben demasiado-, y de las crisis, hay rostros, nombres e historias. Esto en una invitación permanente a poner en el centro de la acción social y política a las personas más desfavorecidas. Solo así será posible la amistad social y la fraternidad.

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