Acción de gracias por la canonización de los santos venezolanos Monseñor Biord: "¡Inundemos Venezuela de santidad y de esperanza!"
"Las canonizaciones durante el Jubileo nos invitan a dar un paso: levantarnos de donde estamos, emprender un camino como pueblo de Dios, pasar de la esclavitud a la libertad, de la desesperanza a la esperanza, de la muerte a la vida"
"La lista de las obras de caridad crece con las nuevas pobrezas: atender y acoger al migrante, acompañar y defender al perseguido, abogar por la liberación de todos los detenidos, redimir al que está preso de las redes de la trata de personas, de la prostitución, del tráfico de drogas"
"Se trata de promover la vida, acompañar, enseñar, consolar, sanar, perdonar, fortalecer los espacios sociales, construir la paz en el respeto de la libertad y los valores democráticos"
"San José Gregorio y Santa Carmen, gracias por ser signos del amor misericordioso de Dios. Ayúdennos a forjar una patria de paz, justicia y esperanza, que sea hogar de santidad, pues el mundo, y Venezuela, solo se salvarán “cuando los cristianos queramos ser santos”.
"Se trata de promover la vida, acompañar, enseñar, consolar, sanar, perdonar, fortalecer los espacios sociales, construir la paz en el respeto de la libertad y los valores democráticos"
"San José Gregorio y Santa Carmen, gracias por ser signos del amor misericordioso de Dios. Ayúdennos a forjar una patria de paz, justicia y esperanza, que sea hogar de santidad, pues el mundo, y Venezuela, solo se salvarán “cuando los cristianos queramos ser santos”.
Al suspender la celebración en el Estadio, la Iglesia de Venezuela, con la presencia de más de 30 obispos, celebró la 'Fiesta de la santidad' en más de 200 parroquias de la provincia eclesiástica. En la sentida homilía de la eucaristía principal, el arzobispo de Caracas, Raúl Biord Castillo, pidió a San Gregorio y Santa Carmen "una patria de paz, justicia y esperanza, que sea hogar de santidad".
El prelado enumeró la lista de las nuevas pobrezas: "atender y acoger al migrante, acompañar y defender al perseguido, abogar por la liberación de todos los detenidos, redimir al que está preso de las redes de la trata de personas, de la prostitución, del tráfico de drogas". A su juicio, se trata de "promover la vida" y "sanar, perdonar, fortalecer los espacios sociales, construir la paz en el respeto de la libertad y los valores democráticos".
Texto íntegro de la homilía de monseñor Biord
Hoy estamos celebrando la “Fiesta de la Santidad” para dar gracias a Dios por las canonizaciones de san José Gregorio Hernández y santa Carmen Rendiles. Todos los venezolanos sentimos un orgullo profundo por estos dos compatriotas que podemos decir que se han “graduado” de santos, que es la última y más importante graduación, pues significa que están con Dios disfrutando de su compañía e intercediendo por nosotros.
Queríamos reunirnos en el Estadio Monumental. Sin embargo, la gran cantidad de fieles que querían participar nos llevó a tomar una decisión hermosa: celebrar en todas las parroquias y comunidades, unidos en un solo espíritu sinodal y en profunda comunión. No estamos en el Estadio, pero ahora sí estamos viviendo una Fiesta Monumental, porque Venezuela de ahora y para siempre es tierra de santos.
¿Por qué estamos aquí en esta parroquia de El Paraíso? Por tres razones fundamentales: primero, porque este es el Santuario de Nuestra Señora de Coromoto, patrona de Venezuela que nos conduce a Cristo; segundo, porque José Gregorio y Madre Carmen ahora viven para siempre junto a Dios en el Paraíso; tercero, porque la Santa Carmen Rendiles nació, creció y estudió aquí en El Paraíso.
En medio de la alegría de este Año Jubilar, y desde su lecho de enfermedad, el muy querido Papa Francisco, que tenía un gran cariño por Venezuela, nos dio dos grandes regalos: nuestros primeros santos, un hombre y una mujer, un médico y una religiosa. El pasado domingo 19 contemplamos los estandartes de José Gregorio y la Madre Carmen desplegados en la fachada de la Basílica de San Pedro, y las campanas de nuestro corazón repicaron en señal de júbilo. La iglesia, a través de su pastor universal, el Papa León, reconoció lo que ya el pueblo venezolano siempre ha sentido y creído: José Gregorio y la Madre Carmen son santos.
Escuchamos en la primera lectura que el Señor le pidió a Moisés que le dijera al pueblo: “Serán santos, porque yo, el Señor, su Dios, soy santo”. El llamado a la santidad no es para unos pocos, es para todos los bautizados. Es una invitación a vivir en el amor, que se manifiesta en el mandamiento divino: “No odiarás de corazón a tu hermano, no te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Hijos del mismo Padre que es Dios, nos debemos reconocer hermanos en una fraternidad universal, que no es idílica, sino que se abre paso en medio de conflictos históricos, y solo se construye a través del reconocimiento del otro, del diálogo como único procedimiento racional que lleva a la superación de las diferencias y a la integración en una sociedad que busque el bien común, la paz, la justicia, la libertad y la verdad en el respeto a los derechos humanos y ciudadanos.
El salmo nos recuerda que el justo habitará en el monte santo de Dios. Podríamos decir que nos describe el perfil del santo: “el que procede honradamente y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua, el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que no acepta soborno contra el inocente”. Allí está el camino del día a día.
San Pablo nos recuerda que hemos sido predestinados para reproducir la imagen de Jesucristo. Nadie nace santo. Hacerse santo requiere esfuerzo, superar debilidades, mediocridades, faltas e indiferencias. El Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad, intercede por nosotros, nos consuela y nos anima a acercarnos a Dios que nos llama por nombre, nos justifica en el bautismo, perdona nuestros pecados, y nos llama a participar de su gloria. José Gregorio y Madre Carmen han recorrido este camino con fidelidad. Ahora ya son “Santos para todos”.
El evangelio nos da los criterios del examen final para entrar en el Reino de Dios: dar de comer al hambriento y de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir al enfermo y visitar a los presos. Y la lista de las obras de caridad crece cada día más con las nuevas pobrezas: atender y acoger al migrante, acompañar y defender al perseguido, abogar por la liberación de todos los detenidos, redimir al que está preso de las redes de la trata de personas, de la prostitución, del tráfico de drogas. Se trata de promover la vida, acompañar, enseñar, consolar, sanar, perdonar, fortalecer los espacios sociales, construir la paz en el respeto de la libertad y los valores democráticos. Es a Jesús a quien se atiende con el más insignificante de los hermanos.
Las canonizaciones durante el Jubileo nos invitan a dar un paso: levantarnos de donde estamos, emprender un camino como pueblo de Dios, pasar de la esclavitud a la libertad, de la desesperanza a la esperanza, de la muerte a la vida. Como decía san Juan Pablo II: “cruzar el umbral de la esperanza”. El Papa Francisco nos invitó a no detenernos en la mediocridad y la flojera, a indignarnos, como dijo san Agustín, por las cosas que están mal y a tener el valor de cambiarlas; a convertirnos “en peregrinos en busca de la verdad, soñadores que no se cansan, mujeres y hombres que se dejan perturbar por el sueño de Dios, que es el sueño de un mundo nuevo, donde reinen la paz y la justicia” (Papa Francisco, Apertura de la Puerta Santa, 24-12-2025).
El Jubileo invita a forjar una “alianza social para la esperanza, que sea inclusiva y no ideológica” (Papa Francisco, Spes non confundit, Nº 9, Bula de convocatoria del 06-05-2024), marcada por la debida amnistía y justicia que construya entendimiento y reconciliación, por la sonrisa de muchos niños y niñas, adolescentes y jóvenes, y por el compromiso en la superación de la pobreza que golpea con el hambre y la falta de oportunidades a millones de nuestros hogares.
El Papa León concluye su primera exhortación apostólica con estas palabras: “El amor cristiano supera cualquier barrera, acerca a los lejanos, reúne a los extraños, familiariza a los enemigos, atraviesa abismos humanamente insuperables, penetra en los rincones más ocultos de la sociedad. Por su naturaleza, el amor cristiano es profético, hace milagros, no tiene límites: es para lo imposible. El amor es ante todo un modo de concebir la vida, un modo de vivirla. Pues bien, una Iglesia que no pone límites al amor, que no conoce enemigos a los que combatir, sino sólo hombres y mujeres a los que amar, es la Iglesia que el mundo necesita hoy” (Papa León, Dilexi te, Nº 120).
Hoy Venezuela toda se alegra de sobremanera con la canonización de sus dos primeros santos: “no son héroes, o paladines de un ideal cualquiera, sino hombres y mujeres auténticos”,
“son bienhechores de la humanidad con sus corazones encendidos de devoción” (Papa León, Homilía de la canonización, 19-10-2025), testigos insignes de la caridad y de cambio social.
San José Gregorio no solo desplegó una inmensa caridad personal, tanto de merecer el título de “médico de los pobres”, sino que se comprometió en el estudio y la investigación en el laboratorio para buscar soluciones profundas desde la ciencia y la caridad. La Madre Carmen, a pesar de sus propias limitaciones físicas, es un ejemplo de superación personal a través de la fortaleza de espíritu y de la fe. Ella, y tantas religiosas de muchas congregaciones, han sido y son mujeres promotoras de futuro. El compromiso por la atención a los enfermos y por la educación de los niños y jóvenes especialmente los más pobres, son camino de santificación y siembra de esperanza. La caridad se sigue mostrando como una fuerza infinita que cambia la realidad, una auténtica potencia histórica de cambio. Ellos nos mostraron el camino a la santidad. Ahora nos toca a nosotros seguirlo.
Podríamos con razón decir que este logro es la “canonización de un pueblo” por dos motivos: primero, porque ahora tenemos dos “santos para todos”, “dos santos con el color de Venezuela”; segundo, porque todo el pueblo ha sido el sujeto promotor de la canonización. Desde que murió José Gregorio, el pueblo lo sintió santo y pidió su canonización: tantas abuelitas nuestras han rezado a la Virgen de Coromoto por esta intención. Además, son muchísimas las personas que han trabajado con alma, vida y corazón por la canonización: desde que inició la causa, Mons. Lucas Guillermo Castillo Hernández en 1945, Mons. Rafael Arias Blanco, y los cardenales José Humberto Quintero, José Alí Lebrún, Ignacio Velasco, Jorge Urosa, y en los últimos años ha impulsado con gran intensidad, el cardenal Baltazar Porras, a quien le mostramos un profundo agradecimiento. Junto a ellos, muchos postuladores y vicepostuladores, entre los cuales los obispos auxiliares Rincón Bonilla, Jorge Urosa, Mario Moronta, Fernando Castro, Tulio Ramírez, y sacerdotes como los padres Rodrigo Romualdo, Jorge Luis Villasmil, Alejandro López, y Gerardino Barrachini. Gracias a todos ellos, y a la última postuladora de ambas causas, la Dra. Silvia Correale, y a la vicepostuladora de las hermanas, la hermana Rosa María Ríos. Es todo el pueblo venezolano quien ha impulsado las causas y hoy se siente orgulloso de nuestros santos, por eso Caracas, Isnotú y Venezuela toda vivimos hoy la Fiesta de la Santidad.
San José Gregorio y Santa Carmen, gracias por ser signos del amor misericordioso de Dios. Ayúdennos a forjar una patria de paz, justicia y esperanza, que sea hogar de santidad, pues el mundo, y Venezuela, solo se salvarán “cuando los cristianos queramos ser santos”.
Que seamos capaces de mirar el futuro de con esperanza, de comprometernos en construirla con gestos concretos, de tender la mano, de dar una palabra de consuelo, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un perdón necesario, un servicio gratuito, una caridad concreta, un paso adelante. Que nadie diga “esto no es conmigo”. ¡Inundemos a Venezuela de santidad y de esperanza! Amén.
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