Reflexión del ecretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano sobre la guerra y la obstinación humana Monseñor Lozano: "La guerra destruye vidas y sueños"

Guerra en Ucrania
Guerra en Ucrania

Las nefastas consecuencias de la guerra y la obstinación del ser humano que cierra su corazón a la negociación, ignorando el clamor de la humanidad, la reflexión del obispo en el tercer domingo de Cuaresma

Monseñor Lozano explica que las acciones para doblegar la libertad y coartar la independencia de la población son modos impuestos y no pueden asumirse como un daño colateral, por el contrario, son medidas específicas para lograr un objetivo

Ante lo oscuro del panorama el Papa Francisco consagrará a Ucrania y a Rusia al Inmaculado Corazón de María este 25 de marzo, la invitación del arzobispo argentino es a unirse

"El cuidador se presenta como modelo de intercesor y colaborador. Se compromete con la situación y se dispone a trabajar. No se queda de brazos cruzados en actitud quejosa. Aprendamos de él" indica el prelado

(ADN Celam).- Las nefastas consecuencias de la guerra y la obstinación del ser humano que cierra su corazón a la negociación, ignorando el clamor de la humanidad, son los temas que ocupan la reflexión de Monseñor Jorge Eduardo Lozano en el tercer domingo deCuaresma.

Recordando que la muerte en el contexto de la guerra no es un daño colateral o que se da por advenimiento, sino el medio para alcanzar un fin, el secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano advierte que la violencia generada por la guerra es destructiva en sí misma.

Situación que se hace evidente en el empleo de la fuerza para destruir la vida, las viviendas, las fábricas y las rutas. Generar zozobra y dolor para acompañar el hambre no pueden entenderse como daños colaterales sino en caminos para presionar decisiones.

Monseñor Lozano explica que las acciones para doblegar la libertad y coartar la independencia de la población son modos impuestos y no pueden asumirse como un daño colateral, por el contrario, son medidas específicas para lograr un objetivo, ejemplo de ellos son el cierre de los corredores humanitarios que impiden el tránsito de las personas, el ingreso de los alimentos, las medicinas y otras ayudas.

«La guerra es expresión dela claudicación de nuestra condición humana para dar paso a la brutal animalidad que busca marcar terreno,» afirma.

Coartados para amar

Postergar la ternura, el abrazo, la amistad y el encuentro son acciones que para Monseñor Lozano definen la guerra y que más allá de los análisis sociopolíticos de los especialistas en conflictos bélicos se puede medir en los efectos que causan los cambios abruptos y dolorosos en la cotidianidad de la gente.

Bombardeos

"La guerra divide a las familias, desarraiga a desplazados y refugiados, distancia los vecinos, causa miedo en los niños y es la constatación de un destino marcado por el sufrimiento para los más frágiles" asegura el obispo

En la otra orilla están las organizaciones internacionales y el arzobispo de San de Cuyo, habla de su impotencia al no lograr ningún resultado y situarse como un testigo más de la devastación y la destrucción porque en su opinión «las sanciones van de lo absurdo, como quien posa para la foto a lo insuficiente porque no motivan a ningún replanteo».

Firmes en el dolor

Ante lo oscuro del panorama el Papa Francisco consagrará a Ucrania y a Rusia al Inmaculado Corazón de María este 25 de marzo, la invitación del arzobispo argentino es a unirse desde lo presencial, lo virtual o en la soledad del hogar a este momento de oración, gesto que en la catedral de San Juan de Cuyo tiene previsto la celebración de la Eucaristía a las 8:00 p.m., acompañada de una oración por los derechos de los niños por nacer y los que haciendo nacido reclaman respeto y dignidad.

Tomando esta realidad como punto de referencia y el Evangelio del tercer Domingo de Cuaresma, Monseñor Jorge Lozano recuerda que «la higuera tiene hojas grandes en relación a otros frutales, pero si no da frutos es puro follaje. Es solo vistosa, pero no alimenta ni produce el gozo del sabor» y que así como nos invita el Papa en su mensaje para esta Cuaresma, no podemos cansarnos de hacer el bien, de ahí que sea necesario tener presente que nuestra vida está cargada de momentos de siembra y que así sea desde la oración sencilla, debemos hacernos presentes con la firme esperanza en la compañía de Dios en tiempos de dolores tan inmensos como la guerra.

Nos corresponde entonces advierte el prelado sembrar con generosidad sin cansarnos, para que como la higuera podamos vivir este tiempo de Cuaresma como una oportunidad para remover la tierra y dar más frutos en nuestros entornos siendo solidarios con el sufrimiento que viven otros que aunque lejos de nosotros igualmente nos afecta.

En el dolor y el sufrimiento somos uno solo, no existen nacionalidades, ni corrientes políticas o filiaciones ideológicas, en la pérdida y la ausencia somos iguales. «El cuidador se presenta como modelo de intercesor y colaborador. Se compromete con la situación y se dispone a trabajar. No se queda de brazos cruzados en actitud quejosa. Aprendamos de él,» indica el prelado.

Una plegaria

Finalmente Monseñor Lozano cierra su reflexión compartiendo la oración escrita por un obispo italiano y que el Papa Francisco rezó durante su catequesis del 16 de marzo. Un llamado por la paz en Ucrania que todos los creyentes pueden acoger como parte de su oración personal:

Perdónanos la guerra, Señor.
Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de nosotros pecadores.
Señor Jesús, nacido bajo las bombas de Kiev, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, muerto en brazos de la madre en un búnker de Járkov, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, enviado veinteañero al frente, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, que ves todavía las manos armadas en la sombra de tu cruz, ¡ten piedad de nosotros!
Perdónanos, Señor,
perdónanos, si no contentos con los clavos con los que atravesamos tu mano, seguimos bebiendo la sangre de los muertos desgarrados por las armas.
Perdónanos, si estas manos que habías creado para custodiar, se han transformado en instrumentos de muerte.
Perdónanos, Señor, si seguimos matando a nuestros hermanos, perdónanos si seguimos como Caín quitando las piedras de nuestro campo para matar a Abel.
Perdónanos, si seguimos justificando con nuestro cansancio la crueldad, si con nuestro dolor legitimamos la brutalidad de nuestras acciones.
Perdónanos la guerra, Señor. Perdónanos la guerra, Señor.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡te imploramos! ¡Detén la mano de Caín!
Ilumina nuestra conciencia,
no se haga nuestra voluntad,
¡no nos abandones a nuestras acciones!
¡Detennos, Señor, detennos!
Y cuando hayas parado la mano de Caín, cuida también de él. Es nuestro hermano.
Oh, Señor, ¡pon un freno a la violencia!
¡Detennos, Señor!
Amén.

Primero, Religión Digital

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