El fraile capuchino, confesor del arzobispo Bergoglio, fue nombrado cardenal recientemente Padre Luis Dri: "El perdón es algo maravilloso. Se vence el odio"

Padre Luis
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En el populoso santuario porteño de Nuestra Señora de Pompeya, a la mañana y a la tarde, siempre hay gente esperando en una actitud reflexiva. Hombres, mujeres, jóvenes, ancianos. Están aguardando confesarse con el padre Luis, un fraile capuchino que se acerca a los 97 años y a los 72 de sacerdote

"Nunca pensé que iba a ser cardenal. pensé que era una broma. Cuando lo leí en la página del Vatican News', me angustié y me puse a llorar. Es que no soy una persona de ciencia, ni de santidad, ni de nada, sino criado entre animales porque nací y crecí, aprendí a sufrir y a ser muy pobre, y me fortalecí en medio del campo"

"Lo que puedo decir es que soy feliz perdonando porque tengo que perdonarme. Es que yo aprendí a ser confesor reconociéndome primero pecador y así poder comprender a los demás"

"El Catecismo pone cuatro condiciones para el perdón, además del arrepentimiento: el examen de conciencia, el dolor por los pecados, el propósito de enmienda y rezar la penitencia. Pero diría que de las cinco deberíamos borrar cuatro y quedarnos con el arrepentimiento. Creo que basta con eso"

(Valores Religiosos).- En el populoso santuario porteño de Nuestra Señora de Pompeya, a la mañana y a la tarde, siempre hay gente esperando en una actitud reflexiva. Hombres, mujeres, jóvenes, ancianos. Están aguardando confesarse con el padre Luis, un fraile capuchino que se acerca a los 97 años y a los 72 de sacerdote. Nacido en Federación, Entre Ríos, de una familia rural -“me críe a campo abierto”, suele decir- numerosa: eran diez hermanos -uno murió de pequeño-, que tuvo la singularidad de que los cinco varones abrazaron el sacerdocio y las cuatro mujeres fueron monjas.

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Huérfanos de padre cuando eran muy chicos, de todos ellos sólo sobrevive Luis, que -como el resto- recibió la fe de su madre que andaba por el campo rezando con su Rosario. De niño ayudaba misa y, agradados por el esmero que ponía, unos frailes capuchinos que fueron desde la vecina ciudad Concordia a ayudar al párroco le preguntaron si quería ser sacerdote. Entró al seminario menor a los 12 años y a los 18, al mayor.

Padre Luis



Con los años fue adquiriendo fama de ser un “gran perdonador”. De hecho, el entonces cardenal Jorge Bergoglio, siendo arzobispo de Buenos Aires, iba al santuario a confesarse con él. Llegó a vivir diez días con Francisco en Santa Marta. Por ser un gran administrador de la misericordia de Dios el Papa lo creó recientemente cardenal, aunque por superar los 80 años no podrá participar de la elección de un pontífice.

-¿Es cierto que cuando un allegado le comentó que había escuchado que el Papa lo iba a crear cardenal usted no le creyó?

-Si, pensé que era una broma. Cuando lo leí en la página del Vatican News (el sitio oficial de noticias del Vaticano) me angustié y me puse a llorar. Es que no soy una persona de ciencia, ni de santidad, ni de nada, sino criado entre animales porque nací y crecí, aprendí a sufrir y a ser muy pobre, y me fortalecí en medio del campo. Nunca pensé que iba a ser cardenal. Pero, bueno, como el Papa tiene una visión tan amplia y nos conocemos desde hace tiempo, se ve que dijo: “A este pobre infeliz le vamos a dar algo”.

-¿Por qué considera que vienen muchos a confesarse con usted?

-Lo que puedo decir es que soy feliz perdonando porque tengo que perdonarme. Es que yo aprendí a ser confesor reconociéndome primero pecador y así poder comprender a los demás. No soy mejor que nadie. Soy igual que todos o menos. Lo que pasa es que el perdón es algo maravilloso. Es algo tan grande que Jesús, por su voluntad, por su bondad, por su misericordia, nos quiera perdonar, incluso más que nosotros queremos ser perdonados. Siempre está dispuesto a hacerlo con mucha generosidad. ¿A quién no perdonó Jesús? ¿A Pedro, a Zaqueo, a la adúltera...? Y hay que reconocer que cuando Jesús perdona no es como nosotros que después se lo echamos en cara a quien nos hizo un daño o nos desquitamos. Con Jesús desaparece todo, se olvida de todo, tiene mala memoria.

"El perdón es algo maravilloso"

-Pero el Catecismo establece una serie de condiciones para obtener el perdón de Dios comenzando por el arrepentimiento…

-El Catecismo pone cuatro condiciones, además del arrepentimiento: el examen de conciencia, el dolor por los pecados, el propósito de enmienda y rezar la penitencia. Pero diría que de las cinco deberíamos borrar cuatro y quedarnos con el arrepentimiento. Creo que basta con eso. El reconocer que uno se equivocó y quiere comenzar una nueva vida. Aunque uno vuelva a pecar. Si estoy dispuesto a esforzarme por no pecar y, de todas maneras, peco 500 veces, porque soy pecador, Jesús me perdonará 501 si yo me arrepiento. Penitencia no suelo dar, sino una acción de gracias a Dios por ese momento de paz, de abrazo con Jesús. Porque esa es la reconciliación. Lo que pasa es que a veces le tenemos tanto miedo al juicio de Dios, pero Dios no es juez. Es cierto que es justo, pero es perdonador. Vino a perdonar.

-Lo que pasa es que se viene de siglos en el que se predicaba mucho el temor de Dios y no tanto su misericordia… Francisco está tratando de cambiar esta concepción…

-Es verdad. Pero creo que eso desapareció bastante. Ahora, considero que el temor de Dios es porque yo lo quiero tanto que tengo miedo de perderlo. Es como ocurre con mi papá, que lo quiero tanto que tengo miedo de ofenderlo y que se enoje conmigo. Resaltar la misericordia de Dios es lo que más me agrada, no porque lo diga el Papa, pero me sentí sostenido por la posición de Francisco. En su primer documento, Evangelii  Gaudium, donde presenta su programa, el eje es la misericordia, la apertura, el acercamiento, estar en medio del pueblo, no cerrar las puertas a nadie, ni negarle los sacramentos. Me dicen que la gente se confiesa cada vez menos, pero acá vienen bastantes, quizá porque este es un santuario, quizá porque siempre hay algún sacerdote confesando, porque siempre hay alguien dispuesto a poner la oreja.

"En este santuario siempre hay alguien dispuesto a poner la oreja"

-Dicen que en una ocasión usted, preocupado, comenzó a peguntarse si no estaba otorgando demasiado el perdón de Dios…

-Es cierto. Me pasó cuando Bergoglio era arzobispo y lo fui a ver para consultarlo. Él con dos palabras logró que me volviera la paz. Me dijo que Jesús también había perdonado demasiado. Así que el mal ejemplo lo dio Jesús que perdonó a todos. Por lo tanto, no soy quién para negarle el perdón a nadie. En el confesionario quiero ser como el padre del hijo pródigo que cuando volvió al hogar no le preguntó nada y lo abrazó. Había estado perdido y volvió a la vida. Y por eso su padre hizo una fiesta. 

"No soy quién para negarle el perdón a nadie. En el confesionario quiero ser como el padre del hijo pródigo que cuando volvió al hogar no le preguntó nada y lo abrazó"

-El Papa dice “pecadores, sí, corruptos, no” para señalar que la práctica corrupta es una actitud arraigada y persistente, difícil de perdonar. ¿Le costaría hacerlo con un corrupto?

-Coincido. La corrupción es vivir en la mentira, en la falsedad, en la injusticia, en el robo.  Pero si la persona se arrepiente no me costaría. En cambio, si no lo hace, si no tiene un deseo de cambio y sigue… ¡qué se vaya a freír churros!



-¿Qué le diría a los fieles que no se confiesan porque, como se dice popularmente, no creen en los curas?

-Hay muchos que dicen que no se confiesan porque el cura es tan o más pecador que ellos. Es cierto: en el gremio hay de todo, pero el que perdona no es el padre Luis. El que perdona es Jesús por intermedio del sacerdote. El sacerdote tiene la misión de administrar el perdón.

"Hay muchos que dicen que no se confiesan porque el cura es tan o más pecador que ellos. Es cierto: en el gremio hay de todo, pero el que perdona no es el padre Luis. El que perdona es Jesús"

-¿Los argentinos necesitamos perdonarnos?

-Cuántas veces dije que estamos enfrentados por tonterías, por ideología, por política, por un voto, en vez de dialogar. Dialogar es tener la fuerza de hacer silencio en mi interior para ver qué tiene de verdad el otro y yo pueda aceptarla. Después, que yo pueda exponer mi opinión habiendo escuchado con el corazón.  De lo contrario, se cae en una mera polémica y con el desprecio y los insultos no se va a ningún lado. El odio engendra odio. Y San Pablo dice que el odio se vence con el amor, con el perdón.

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