Del unísono a la sinfonía Misión Celam: De la Asamblea Eclesial al Sínodo de Sinodalidad no hay mucho trecho

Reportaje Misión Celam
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Este acontecimiento latinoamericano y caribeño que culminó, en una primera etapa el 28 de noviembre y con 41 desafíos pastorales en ciernes, ha servido de laboratorio de sinodalidad

El cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, fue testigo en primera línea de la Asamblea Eclesial. No dudó en afirmar que "ha sido una experiencia eclesial muy interesante"

Rodrigo Guerra apunta: "la Iglesia abre una novedad no solo eclesial, sino social, promoviendo una amplia participación para incluir a diversos sectores y desde esa realidad encontrar nuevos caminos para renovar"

Gloria Liliana Franco saca punta de todo este proceso sinodal y de Asamblea e insiste que la sinodalidad "supone ubicarnos en el lugar de la humildad" y, especialmente, "reconocer esas actitudes que han estado alejadas en el modo de ser de Dios porque son verticales, abusivas o conclusivas y desprovistas de misericordia"

El discernimiento fue clave en el proceso de Asamblea Eclesial, cuyo corolario se encuentra en 41 desafíos pastorales, con los que se han puesto en el horizonte diversas realidades de América Latina y el Caribe como los abusos, el clericalismo, la pobreza, la exclusión, el cuidado de la Casa común, el protagonismo de jóvenes y mujeres

De la Asamblea Eclesial al Sínodo de Sinodalidad no hay mucho trecho. Este acontecimiento latinoamericano y caribeño que culminó, en una primera etapa el 28 de noviembre y con 41 desafíos pastorales en ciernes, ha servido de laboratorio de sinodalidad, que en palabras de Gloria Liliana Franco, presidenta de la Confederación  Latinoamericana de Religiosos (CLAR), “supondrá ofrecer el propio don y exigirá abandonar la tentación de sentirnos superiores a los demás”. Por ende, “el imperativo es a vivir la unidad sobre la experiencia de la propia identidad y con conciencia de la innegable diferencia de todos”, recalca.

El cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, fue testigo en primera línea de la Asamblea Eclesial. No dudó en afirmar que “ha sido una experiencia eclesial muy interesante” y, “para ser sincero, regreso con mucha más información en mi bagaje que cuando llegué, porque pienso que esta Iglesia está muy bien preparada en términos de sinodalidad”.

Con ello convalida los esfuerzos emprendidos por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), como de las diversas instancias eclesiales involucradas, en dar estos primeros pasos de lo que el papa Francisco ha pedido: escuchar al Pueblo de Dios, en especial, a quienes han estado en las periferias existenciales. Por supuesto, la Asamblea es un punto de llegada, pero también es un punto de partida.

Así piensa Pedro Manuel Brassesco, sacerdote argentino y recién designado secretario adjunto del CELAM para hacer dupla con su colega David Jasso. En este sentido, el presbítero cuenta que acompañó en su parroquia el proceso de escucha de la Asamblea y, al contrastar lo vivido en noviembre, pudo entender muchas de las resonancias de la gente que pastorea en Ibicuy, en el departamento Islas, de Argentina.

Por tanto, la sinodalidad pasa por la motivación “del yo al tú y del tú al nosotros para reafirmar un modo esencial de ser, porque transformar las estructuras es siempre para la misión y el anuncio del Evangelio, razón de existir de la Iglesia”.

Al corazón de Aparecida

Por su parte, Rodrigo Guerra, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), apunta que la Asamblea es un gran aprendizaje para toda América Latina, por eso “la Iglesia abre una novedad no solo eclesial, sino social, promoviendo una amplia participación para incluir a diversos sectores y desde esa realidad encontrar nuevos caminos para renovar”.

Además, acota que esta experiencia inédita “se encuadra en el proceso que se ha disparado en el Concilio Vaticano II, que pasa por las diferentes conferencias generales y que hoy se inserta perfectamente en la preparación del Sínodo de la sinodalidad”.

De hecho  –admite el laico mexicano–, aprender a caminar en sinodalidad “tal vez pueda sonar a lugar común, pero no, caminar juntos resulta pertinente para invitar a todos a participar y a unirse. Sobre todo en una sociedad latinoamericana que acentúa la fragmentación, es muy fácil caer en la tentación de la suspicacia y de la sospecha”.

Frente a la avanzadilla de grupos tradicionalistas que enfilan discursos de odio contra el papa Francisco y la reforma sinodal, Guerra sugiere actuar con testimonio. “A esos hermanos que han caído en una falsa ortodoxia y se sienten seducidos por erróneas comprensiones en el acontecer de la vida eclesial, que pareciera que el Papa y su magisterio, el Concilio Vaticano II no son relevantes, allí tenemos que dar testimonio, no de una reacción simétrica y en sentido contrario para combatirlos, sino asumir una actitud samaritana y paciente, que nos permita abrazarlos aún a los más incómodos y desde esa manera dar testimonio de que el amor es digno de fe”, explica.

Frente a este panorama, Guerra recuerda el corazón del Documento de Aparecida habida cuenta que “la Asamblea Eclesial apenas es un pequeño paso de un gran proceso que es la sinodalidad, no solo la del Sínodo en desarrollo, sino de la reforma sinodal de la Iglesia en todo nivel”. Se refiere en cuestión a los parágrafos 11 y 12. El artículo 11 reza así: “La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales.

No puede replegarse frente a quienes solo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros.

Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu”.

Y el número 12 de Aparecida dice así: “No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”.

Al respecto, Guerra destaca la visión de futuro que tuvieron los obispos en Aparecida al señalar “los puntos álgidos que estaban atorando nuestros procesos eclesiales; hoy puede ser oportuno revisarlos”. Por esto cierra: “A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

Tiempo de discípulos y misioneros

En nombre de la Vida Religiosa del continente, Gloria Liliana Franco saca punta de todo este proceso sinodal y de Asamblea. Hombro a hombro con los obispos, se ha convertido en una pieza fundamental en ese entretejido de espiritualidad que tuvo como estandarte los rostros para el encuentro y la oración. De este modo, insiste que la sinodalidad “supone ubicarnos en el lugar de la humildad” y, especialmente, “reconocer esas actitudes que han estado alejadas en el modo de ser de Dios porque son verticales, abusivas o conclusivas y desprovistas de misericordia”, en tanto considera que “de la Asamblea Eclesial Latinoamericana y de el Caribe al Sínodo de la Sinodalidad estamos en un proceso, un itinerario, de encuentro y de conversión”.

Asimismo, la religiosa colombiana pone sobre la mesa “la urgencia de una nueva mirada contemplativa más teologal y encarnada, capaz de reconocer al Dios que acontece en el territorio de lo humano y que invita hoy a la Iglesia a la plenitud de la relación”, por lo que anima a “contemplar la realidad y aguzar el oído para escuchar al Espíritu para desacomodarnos y abandonar los estatus de confort, parálisis de los que tantos creyentes estamos atrincherados”. En consecuencia, “tendríamos que hacer un acto de fe, en el que el protagonista de este proceso sea el Espíritu, sin él no hay auténtico seguimiento de Jesús, ni kairós eclesial”.

La religiosa de la Compañía de María plantea que en este camino de la Asamblea Eclesial al Sínodo de la Sinodalidad “no es tiempo de textos, sino de testigos. Tenemos que ser esa narrativa creíble de lo que nuestra sociedad espera leer en nosotros, cuando nos encontramos así como ahora en condición de hermanos, porque la buena noticia es que somos radicalmente humanos, llamados a ser hermanos. Todo lo demás, títulos, funciones, responsabilidades, es relativo, eso pasa, caduca”. En esta apuesta –indica– la única palabra creíble es “la palabra encarnada y evangelizar es encarnarse en todas las culturas”.

Para Franco llegó el momento de impulsar Evangeli gaudium, Querida Amazonía, Fratelli tutti, el Sínodo de los jóvenes y el de la Amazonía para “lanzarnos más allá de la geografía desconocida, donde habita el más pobre, el migrante, el más enfermo, donde es posible abrazar la tierra y las culturas con reverencia y conscientes de la sacralidad de todo lo creado en condición de discípulos misioneros”.

Ejemplo para el mundo

Sobre el cardenal Grech pesa una gran responsabilidad en la actual coyuntura, inclusive menciona que “tras la inauguración de la primera fase de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo, en mi ministerio como secretario general del Sínodo, casi todos los días debo hablar de la sinodalidad y del Sínodo de la Sinodalidad”.

No en balde, hizo un recuento de lo que ha llamado el camino postconciliar a través de la Conferencias Generales del Episcopado: Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Sopesa para luego elogiar a sus hermanos obispos: “Ustedes han vivido una extraordinaria experiencia de comunión eclesial, que podría ser un ejemplo para muchas conferencias episcopales en el mundo”, puesto que “los documentos conclusivos de esas Asambleas Generales constituyen los hitos de un camino que ha ido profundizando en la conciencia de una Iglesia dinámica, a través de una comunión entre obispos y delegados de las Iglesias que está en la base de su identidad eclesial y del modo particular –me atrevería a decir característico– en que buscan ser Iglesia en este tiempo tan complejo y convulso. Todo esto tiene mucho que ver con la sinodalidad”.

El cardenal propone hacer un ejercicio de imaginación: “Intenten pensar en el escenario de la misión de una Iglesia no sinodal; una Iglesia en la que no caminamos juntos, no procedemos en ningún orden particular, cada uno reclamando el derecho a la misión”.

En este particular, aclara el purpurado, siendo así, “la evangelización ya no sería obra de la Iglesia, sino de muchos individuos, denominaciones, grupos, movimientos, que se acercarían a los demás en base a sus propios dones personales y exclusivos, no por mandato de Cristo”.

De igual forma, Grech deja por sentado que “un proyecto misionero solo puede surgir del proceso sinodal de escucha-discernimiento, que es, además, un ejercicio de discipulado”, en contraposición de “ciertas formas de evangelización autorreferencial, que forman a las personas en una membresía cerrada –¡ojalá no sectaria!– que corren el riesgo de deslizarse hacia formas de proselitismo”.

Grech ha dejado muy claro que en este camino del Sínodo de la Sinodalidad, “la presencia de los pastores, que son el principio de la unidad en sus Iglesias, permite que estas Conferencias sean una representación visible de la Iglesia que vive en este continente”. En definitiva, los obispos latinoamericanos están llamados a dar un gran aporte en este evento mundial, “dado que ustedes ya han adquirido una experiencia considerable a través de sus conferencias generales, pueden ser de ayuda para las demás conferencias episcopales continentales” en relación con las consultas diocesanas que han iniciado desde octubre.

“La fase inicial de consulta amplia en las Iglesias particulares es una novedad para todos; luego también las conferencias episcopales nacionales están llamadas a adoptar un enfoque diferente haciendo un discernimiento eclesial a partir de la escucha del Pueblo de Dios”, añade.

Del unísono a la sinfonía

En estos tres años que durará el Sínodo de la Sinodalidad se presentan grandes retos, porque en “ese caminar juntos” resulta imprescindible una conversión misionera, la cual “no será posible si no se lleva a cabo una conversión sinodal”.

¿Qué se requiere para ello? Grech hace un listado de prioridades: “Implica una escucha humilde y respetuosa del otro y de sus razones; que tenga la valentía de pedir y dar el perdón; que quiera la unidad al precio de la propia verdad, sino que nunca identifique la verdad con mi verdad. Tal vez este sea el mayor esfuerzo, pero también constituirá el testimonio más fuerte, que dará contenido al don de la experiencia sinodal que pueden ofrecer a toda la Iglesia”. En este camino sinodal todo está calibrado, incluyendo a quienes “promueven una comprensión individualista e intimista de la fe”.

Asamblea Eclesial América Latina y El Caribe

Al tiempo, indica: “A estas propuestas, que a menudo atraen tanto a un pueblo poco formado, la respuesta más creíble es la de la comunión: con la enseñanza de los Apóstoles, en la fraternidad, en la fracción del pan y en las oraciones”.

Vuelve sobre el tapete la cuestión de la inculturación, por lo cual Grech asegura que “el Sínodo, al poner como tema la Iglesia sinodal y pedir que se lea la comunión, la participación y la misión en este contexto, constituye la posibilidad concreta de volver a la evangélica vivendi forma, que debe desarrollarse de manera original en cada contexto cultural”.

Todo ello, partiendo de las tradiciones y culturas del continente, para “traducir el único Evangelio de Cristo al estilo latinoamericano. Esto, como dice el Papa, no amenazará la unidad de la Iglesia, sino que mostrará que la tradición no es un canto al unísono, una línea melódica de una sola voz, sino una sinfonía, donde cada voz, cada registro, cada timbre vocal enriquece el único Evangelio, cantado en una infinita posibilidad de variaciones”.

Los desafíos pastorales de la Asamblea Eclesial

El discernimiento fue clave en el proceso de Asamblea Eclesial, cuyo corolario se encuentra en 41 desafíos pastorales, con los que se han puesto en el horizonte diversas realidades de América Latina y el Caribe como los abusos, el clericalismo, la pobreza, la exclusión, el cuidado de la Casa común, el protagonismo de jóvenes y mujeres.

12 desafíos pastorales

De entre estos 41, se han seleccionados los 12 de mayor prioridad, más aún cuando en febrero de 2022, a la par con las consultas sinodales, también se organicen Asambleas Eclesiales en cada uno de los 22 países que conforman la región. Estos son los desafíos:

1-Reconocer y valorar el protagonismo de los jóvenes en la comunidad eclesial y en la sociedad como agentes de transformación.

2-Acompañar a las víctimas de las injusticias sociales y eclesiales con procesos de reconocimiento y reparación.

3-Impulsar la participación activa de las mujeres en los ministerios, las instancias de gobierno, de discernimiento y decisión eclesial.-

4-Promover y defender la dignidad de la vida y de la persona humana desde su concepción hasta la muerte natural.

5-Incrementar la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo.

6-Promover la participación de los laicos en espacios de transformación cultural, político, social y eclesial.

7-Escuchar el clamor de los pobres, excluidos y descartados.

8-Reformar los itinerarios formativos de los seminarios incluyendo temáticas como ecología integral, pueblos originarios, inculturación e interculturalidad y pensamiento social de la Iglesia.

9-Renovar, a la luz de la Palabra de Dios y el Vaticano II, nuestro concepto y experiencia de Iglesia Pueblo de Dios, en comunión con la riqueza de su ministerialidad, que evite el clericalismo y favorezca la conversión pastoral.

10-Reafirmar y dar prioridad a una ecología integral en nuestras comunidades, a partir de los cuatro sueños de Querida Amazonía.

11-Propiciar el encuentro personal con Jesucristo encarnado en la realidad del continente.

12-Acompañar a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, la tierra y las culturas.

Primero, Religión Digital
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