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Michael Bransfield no solo sobornó a prelados mientras abusaba de curas jóvenes: también llevó una vida de lujo total
2,4 millones de dólares en viajes -muchos de ellos personales- con aviones privados y hoteles de lujo incluidos. $1.000 en alcohol. $4.6 millones en reformas al palacio episcopal después de que un incendio destrozara una sola habitación. $182.000 en flores frescas -$100 al día- para la curia local. Son algunos de los detalles del estilo de vida "extravagante y fastuoso" que llevó a costa de las arcas de la Iglesia el que fuera obispo de Wheeling-Charleston durante trece años, Michael J. Bransfield, según los documentos eclesiales internos a los que ha tenido acceso el Washington Post.
Desde que fue nombrado en 2005 y hasta que fue suspendido como obispo por abusos sexuales en septiembre del año pasado- luego para ser apartado del ministerio público el pasado marzo- Bransfield no solo dio más de $350.000 en "regalos" a prelados poderosos en EEUU y en Roma, los cardenales Timothy Dolan o Raymond Burke o el ex-nuncio Carlo Maria Viganò incluidos. También se mantuvo fiel a "la fama de vividor" que se cosechó para sí mismo en su anterior etapa como rector de la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington (1990-2005), según el informe independiente mandado al Vaticano que resultó en el cese de Bransfield el año pasado.
Los "regalos", viajes, alcohol, reformas a su residencia y las flores frescas no fueron los únicos chanchullos de los que Bransfield disfrutaba, de acuerdo con los correos y registros financieros consultados por el Post. El prelado también pedía que los administradores financieros de la diócesis le subieran el sueldo de acuerdo con el importe de sus lujos y obsequios, más el correspondiente cargo fiscal, de modo que sus caprichos siempre corrieran a cargo de la Iglesia. Un modo de proceder, en efecto, que ahora le ha merecido una posible investigación por evasión fiscal por las autoridades de EEUU, según expertos consultados por el Post.
Incluso los gastos personales que Bransfield ni intentaba justificar como necesarios para el ejercicio de su cargo los sufragó la Iglesia. El obispo recibió durante su mandato pagos de $324.129 en conceptos como ropa, joyas y "servicios personales", incluyendo por 87 compras al valor de $61.000 en Ann Hand, una boutique en Washington especializadas en joyas patrióticas como águilas de oro y zafiros.
Pero, ¿de dónde venía el dinero que financió los excesos de Bransfield? El Post recuerda algo bastante desconocido incluso para los fieles de Wheeling-Charleston: la tierra de Texas Occidental donada a la diócesis en 1904 y en la que fue descubierto petróleo en los años treinta.
La explotación petrolífera de estas tierras genera para la diócesis ingresos anuales de $15 millones, más un fondo de reserva de $230 millones, según los datos de esta jurisdicción eclesial, y de los que Bransfield siempre proclamaba, según el Post: "Son míos". A cambio, el estado de Virginia Occidental -colindante con la diócesis de Wheeling-Charleston- tiene una de las más poblaciones católicas más bajas per cápita de todo el país, con solo un 4% de la población en general, o 78.000 fieles.
Toda una anomalía que ha permitido a la diócesis de Wheeling-Charleston ser la única en EEUU en la que la diócesis financia a las parroquias, a cambio de la práctica habitual de que las parroquias financian a la diócesis.
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