La devoción a la Virgen del Cerro, detonante del escándalo carmelitas-Cargnello ¿Qué hay detrás de las denuncias cruzadas entre las monjas y el arzobispo de Salta?

¿Qué hay detrás de las denuncias cruzadas entre las monjas y el arzobispo de Salta?
¿Qué hay detrás de las denuncias cruzadas entre las monjas y el arzobispo de Salta?

Cargnello no solo nunca reconoció el fenómeno de los supuestos mensajes que la Virgen le transmitía a una vidente, María Livia, sino que no permitía que se oficiaran misas en el lugar donde está el santuario

Durante un funeral, el arzobispo intentó reemplazar la imagen de la Virgen por un crucifijo. Al ver que todo estaba siendo filmando por una monja se abalanzó sobre ella para quitarle la grabación, generándose un forcejeo

(VR).- Corría 2020, la pandemia comenzaba en el país su saga trágica y el arzobispo de Salta, Mario Cargnello, se acercaba al féretro con los restos de la monja, víctima del COVID. De pronto se percató que arriba del cajón había una imagen de la llamada Virgen del Cerro, una devoción surgida hace tres décadas en Salta, que rápidamente concitó muchos devotos en la Argentina y más allá de las fronteras, pero que Cargnello jamás reconoció. Inmediatamente, intentó reemplazarla por un crucifijo. Al ver que todo estaba siendo filmando por una monja se abalanzó sobre ella para quitarle la grabación, generándose un forcejeo.

Para las monjas del convento San Bernardo, de las Carmelitas Descalzas -un emblemática edificación colonial de la capital salteña-, el episodio fue la gota que rebasó el vaso tras una serie de situaciones violentas, físicas y psicológicas, en perjuicio de las religiosas. La relación siguió deteriorándose y, finalmente, en vísperas de la Semana Santa, la priora del convento y otra religiosa denunciaron al arzobispo por violencia de género. Pero también al vicario cooperador de la catedral, padre Lucio Ajadla, que habría participado del forcejeo. “Las monjas tienen pánico”, dijo la abogada de la priora, Claudia Zerda Lamas. 

Las carmelitas descalzas de Salta



En rigor, la denuncia abarca también a otro obispo, Martín Elizalde, que se desempeñó al frente de la diócesis bonaerense de 9 de Julio y está jubilado. Es porque fue enviado como veedor de la Santa Sede tras una denuncia ante el Vaticano presentada por las monjas. Pero que, según las religiosas, las habría increpado duramente advertido que las trasladaría, pese a que varias llevan muchos años en el convento cumpliendo rigurosas reglas de aislamiento, ya que pertenecen a una rama de las carmelitas muy estricta que fundó la Madre Maravillas (1891-1974), una monja española declarada santa en 2003.

La compleja relación de las monjas con el arzobispo comenzó con la llegada de Cargnello a la arquidiócesis salteña, en 1998. Pero la proximidad de las religiosas con el movimiento en torno a la Virgen del Cerro profundizó el deterioro. Cargnello no solo nunca reconoció el fenómeno de los supuestos mensajes que la Virgen le transmitía a una vidente, María Livia, sino que no permitía que se oficiaran misas en el lugar donde está el santuario. Pero la devoción creció con fuerza -sobre todo entre fieles de buena posición económica- a la par que aumentaba la tensión entre los más devotos y el arzobispo.

El arzobispo de Salta, monseñor Cagnello
El arzobispo de Salta, monseñor Cagnello



En medios eclesiásticos salteños dicen que las monjas no solo apoyaban la devoción a la Virgen del Cerro, sino que forman parte de de la fundación que se creó para recibir donaciones y que preside María Livia. Consideran que no les corresponde participar de una entidad jurídica que recolecta fondos para una devoción no reconocida por la Iglesia, máxime siendo miembros de una congregación. Más aún: señalan que las monjas fueron las receptoras de la cesión del lugar en las afueras de la capital salteña donde la gente se congrega en torno a la imagen. “Está a nombre de las monjas”, aseguran.

Allegados al convento afirman que las monjas están atravesando una delicada situación económica y, además de su sustento, necesitan reparar partes del convento como el techo de su capilla. “Viven de la venta de objetos religiosos, dulces y alguna renta, pero los fondos son escasos ante los gastos”, cuentan. Señalan que el arzobispado complica más las cosas porque está trabando la elección de la priora -la actual tiene el mandato vencido-, facultada para recibir las donaciones y cobrar los alquileres.

La Justicia en materia penal y el Vaticano en materia eclesiástica tienen ahora la última palabra.

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