De Joliet a Manhattan: León XIV pone a Ronald A. Hicks, un pastor de los pobres, al frente de Nueva York

El Papa 'defenestra' al cardenal Dolan

El aperturista Ronald A. Hicks sucede al conservador cardenal Dolan, adalid de la 'guerra cultural' en USA

Ronald A. Hicks
Ronald A. Hicks

Probablemente mañana, el nombre de Ronald A. Hicks aterrizará en Nueva York como un viento suave y firme a la vez, nombrado nada menos que nuevo arzobispo de la metrópoli USA. No llega de la curia, ni de los salones de Washington, sino de Joliet, después de haber aprendido a ser pastor en las periferias de México y El Salvador, con barro en los zapatos y nombres concretos de pobres en el corazón. Llega un hombre de mirada limpia, cercano, afable, con fama de escuchar más que de pontificar y de oler no a incienso de poder, sino a pueblo. Y eso, en una sede como Nueva York —la gran cátedra simbólica del catolicismo USA—, suena a un pequeño terremoto evangélico.

El primer dato que salta a la vista es que, con este nombramiento, el gran refuerzo es el cardenal Blase Cupich. Hicks es, en buena medida, criatura suya: formada en la misma sensibilidad pastoral, marcada por la prioridad de los pobres, acostumbrado a conjugar doctrina con misericordia y a no confundir firmeza con agresividad ideológica. Verlo ahora al frente de Nueva York consagra, de hecho, la línea Cupich como referencia del modelo de obispo que León XIV quiere para la Iglesia de Estados Unidos. El mensaje es claro: la brújula no apunta hacia los que gritan más fuerte, sino hacia quienes se arremangan en silencio. Es decir, un no del Papa a la guerra cultural y a los ultracatólicos estadounidenses que instrumentalizan el Evangelio y lo pervierten ideológicamente.

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Ronald A. Hicks
Ronald A. Hicks

En paralelo, la figura del cardenal Timothy Dolan sale tocada. No por un gesto de humillación personal, pero sí por un dato que en Roma se lee con lupa: su renuncia es aceptada apenas diez meses después de cumplir los 75, cuando la “norma no escrita” con los grandes cardenales residenciales ha sido prorrogar hasta los 80 o, al menos, varios años más. Que a Dolan se le aplica el reglamento “casi al minuto” indica que la Santa Sede no quiere seguir prolongando un modelo de liderazgo que simboliza, para muchos, el viejo bloque conservador del episcopado USA: muy mediático, muy combativo culturalmente, pero poco sintonizado con la agenda social y sinodal de Francisco y de León XIV.

El contexto amplifica aún más la lectura: hace apenas unas semanas, los obispos estadounidenses desoyeron de facto la sensibilidad del nuevo Papa al elegir como presidente de la Conferencia Episcopal a uno de los perfiles más duros, el arzobispo Paul S. Coakley, referente del ala ultraconservadora. El nombramiento de Hicks para Nueva York, en este marco, suena a “aviso a navegantes”: si la mayoría episcopal quiere marcar distancias con Roma a través de sus votaciones internas, el Papa responderá marcando con claridad las grandes sedes. Y Nueva York, en la historia reciente de la Iglesia norteamericana, es mucho más que una diócesis: es un púlpito global.

Dolan y Trump
Dolan y Trump

Que León XIV opte por un obispo misionero, de base, con experiencia en México y El Salvador, con piel curtida por la pobreza y no por los cócteles de Manhattan, indica también por dónde quiere que pase la “reconversión” de la Iglesia en Estados Unidos. No se trata solo de corregir equilibrios ideológicos, sino de cambiar el perfil de la autoridad: de gestores influyentes y guerreros culturales a pastores que sepan hablar el lenguaje de los migrantes, de los trabajadores precarios, de los sin techo que duermen a la sombra de los rascacielos. Hicks, si es fiel a su propia biografía, encarna esa apuesta.

En lenguaje llano: León XIV está diciendo al episcopado norteamericano que ha tomado nota de su ninguneo y que no piensa acomodarse a una “línea dura” dictada desde algunos despachos o plataformas. La primavera de Francisco no se archiva; se traduce, en clave serena, en decisiones concretas. Nueva York es una de ellas. Vendrán más. Y cada una recordará que, en la Iglesia, el poder que cuenta no es el de los bloques, sino el de quien, como Hicks, ha aprendido a ser obispo al lado de los últimos.

Cupich y León XIV
Cupich y León XIV | @Vatican Media

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