Nicaragua: otra triste Navidad para una Iglesia perseguida
El régimen de Ortega sigue reprimiendo la libertad religiosa, pero la fe sigue viva. Entre silencios forzados y miedo, obispos y fieles dan testimonio de una Iglesia mártir que resiste y sigue esperando, incluso en la prueba más dura
(Sir).- Una Iglesia casi «asfixiada» por un régimen que impide incluso a los turistas entrar en el país con una Biblia; decapitada, con cuatro obispos de cada diez viviendo en el exilio, sistemáticamente silenciada. Una Iglesia mártir, quizás más que en cualquier otro lugar del mundo. Sin embargo, una Iglesia que sigue viva, como lo atestigua, por ejemplo, la reciente ordenación de ocho sacerdotes en la catedral de Managua. La Iglesia de Nicaragua vivió ayer otra Navidad «a puerta cerrada», sin la posibilidad de manifestar su alegría y su fe fuera de los templos, en las calles, en las plazas, con signos visibles en sus hogares. Esto lleva sucediendo desde hace años, desde que la represión, iniciada en 2018 tras las grandes protestas populares, se ha ido intensificando.
El Evangelio sigue vivo. Del mismo modo, hace unas semanas, la celebración de La Purísima, con ese título se venera en Nicaragua a María Inmaculada, patrona del país, estuvo marcada por la opresiva vigilancia de la policía y las estructuras de los CPC (Consejos del Poder Ciudadano), que visitaron altares domésticos no señalados, tomando fotos y registrando los nombres de las familias. Esta intromisión generó miedo y censura en una de las tradiciones religiosas más arraigadas del país. Muchas familias opositoras evitaron exhibir símbolos como las banderas azul y blanca (colores de la oposición) o los signos de devoción, sustituyéndolos por flores de colores menos llamativos.
En Nicaragua, la Iglesia católica vive otra Navidad bajo persecución: misas vigiladas, procesiones prohibidas, sacerdotes en el exilio y Biblias prohibidas
Israel González Espinoza, periodista nicaragüense exiliado en España, señala a SIR: «El grado de persecución religiosa que está desarrollando el régimen de Ortega roza la paranoia. No solo se prohíbe la entrada de libros y periódicos, sino que ahora también se prohíbe la Biblia en el país, como si fuera una lectura «subversiva». En realidad, si se lee bien la Sagrada Escritura, se puede ver que la palabra de Dios siempre ilumina y libera las conciencias. Hace un año, el papa Francisco afirmó en una carta al pueblo de Nicaragua que la conciencia es «la intimidad de nuestro corazón, donde reside la libertad de las hijas y los hijos de Dios, y nadie nos la puede quitar». Aunque el régimen de Ortega persista en su persecución religiosa y en su violación sistemática de todos los derechos humanos en el país, el Evangelio y la vida de la Iglesia en Nicaragua seguirán adelante, porque el martirio y la persecución son siempre semillas de nuevos cristianos».
Otra Navidad en la persecución. Martha Patricia Molina, abogada y activista, lleva años realizando un minucioso «recuento» de las persecuciones sufridas por la Iglesia católica y otras Iglesias cristianas. El informe que ha elaborado, titulado «Nicaragua: una Iglesia perseguida», ya va por su séptima edición. «La dictadura de Ortega-Murillo —comentó Molina en los últimos días, refiriéndose a los episodios más recientes— sigue persiguiendo todo lo que tiene que ver con la libertad religiosa en Nicaragua». Misas vigiladas, recitaciones navideñas prohibidas, sacerdotes perseguidos y amenazados, robos en las parroquias, amenazas para que nadie (incluidos los laicos) denuncie. Monaguillos (menores de edad) citados o «visitados» en sus casas para firmar documentos sin haberlos leído previamente.
304 (obispos, sacerdotes, seminaristas, diáconos y monjas) ya no ejercen su misión pastoral en Nicaragua y, en este mes de diciembre, tres sacerdotes nicaragüenses que se encontraban en el extranjero han sido informados de que se les ha retirado el permiso para entrar en su país
La lista de vejaciones y agresiones contra la Iglesia católica es interminable.
El pasado mes de agosto, el activista presentó la última edición de su informe, en el que se hablaba de 1010 ataques directos contra la Iglesia, el robo de al menos 36 propiedades y la prohibición de 16 564 procesiones desde abril de 2018.
En los últimos meses se han producido nuevos ataques, aunque en menor número que en años anteriores. Sin embargo, estas cifras no deben llevar a pensar que el régimen ha relajado la presión, sino que son una señal de que la Iglesia se encuentra ahora extremadamente débil y agotada, debido a una represión implacable.
«Ante el poder del opresor —afirmó monseñor Silvio José Báez, obispo auxiliar de Managua, exiliado en Miami, durante la misa del pasado 21 de diciembre—, ante el cual a menudo nos sentimos impotentes, no debemos caer en la desesperación, pensando que todo es inútil y que no hay nada que hacer».
