El obispo de San Francisco subraya la importancia de la diplomacia vaticana Monseñor Buenanueva: “De los limones hagamos limonada...”

Bandera de la Santa Sede
Bandera de la Santa Sede

En un mensaje compartido a través de la red social X, el obispo de San Francisco explicó la diferencia entre la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano

"Eventualmente podría no existir el Estado Vaticano y, por ende, el Papa podría dejar de ser ‘jefe de estado’, y no por eso desaparecerían las relaciones diplomáticas con la Santa Sede", señaló

De ahí que "la tendencia actual de la mayoría de las naciones, más que de romper relaciones, es lo contrario: establecer relaciones diplomáticas con la Santa Sede, habida cuenta de la especificidad de la diplomacia vaticana, orientada a fomentar la paz entre las naciones"

(AICA).- En un mensaje compartido este jueves a través de la red social X, el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Buenanueva, explicó la diferencia entre lo que es la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano.

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La Santa Sede es el obispo de Roma -el Papa- que, por el oficio petrino, es principio de unidad visible de la Iglesia católica”, señaló, precisando que, por otro lado, “el Estado de la Ciudad del Vaticano es el estado soberano en que tiene su asiento el papa”.

A su vez, recordó que a la Santa Sede, desde tiempo inmemorial, le es reconocida personalidad jurídica internacional: ”Los Estados (casi doscientos) mantienen relaciones diplomáticas, no con el Estado de la Ciudad del Vaticano, sino con la Santa Sede”.

En esa línea, el prelado destacó que los acuerdos y los concordatos que firman los países –también la Argentina desde 1966- son entre los estados nacionales y la Santa Sede, los cuales que “regulan la presencia y accionar de la Iglesia católica en cada país”.

“Eventualmente podría no existir el Estado Vaticano y, por ende, el Papa podría dejar de ser ‘jefe de estado’, y no por eso desaparecerían las relaciones diplomáticas con la Santa Sede”, señaló.

Por eso, aseguró que “la tendencia actual de la mayoría de las naciones, más que de romper relaciones, es lo contrario: establecer relaciones diplomáticas con la Santa Sede, habida cuenta de la especificidad de la diplomacia vaticana, orientada a fomentar la paz entre las naciones”.

“De los limones hagamos limonada...”, concluyó.

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