"El abuso no puede tener cabida en el sacerdocio", claman en una carta abierta Curas de Santiago de Chile expresan su "dolor, rabia y decepción" por los abusos

Catedral de Santiago de Chile
Catedral de Santiago de Chile

"Nos duele por las víctimas y nos decepciona ver como degradan el sacramento del orden sacerdotal y también banalizan otros sacramentos como la confesión y el matrimonio", afirman en un escrito que se ha leído en misa

"Queremos colaborar con la justicia civil ayudando a que se logre transparencia y se apliquen las sanciones correspondientes"

"Esperamos que este tiempo de purificación nos convierta en una Iglesia menos poderosa a los ojos del mundo, pero, a los ojos de Dios, más cercana y misericordiosa, menos envuelta en el poder y más en el servicio"

Tito Rivera, los obispos Barros o Goic, Fernando Karadima... los abusos sexuales y de poder en la Iglesia chilena parecen tener un sinfín de nombres. Pero un grupo de más de 70 curas de la diócesis de Santiago ha dicho 'basta'. "Nos duelen y avergüenzan profundamente los delitos y las situaciones de escándalo que seguimos conociendo de parte de miembros de nuestro clero", han clamado estos sacerdotes en una carta abierta, en la que insisten en que "el abuso no puede tener cabida en el sacerdocio".

"Nos duele por las personas que han sido heridas y abusadas y que muchas veces no han sido acogidas en su dolor", lamenten este grupo de presbíteros, que redactó la carta en un chat creado por la archidiócesis de la capital del país austral.

Desde este pasado sábado, los curas han empezado a leer su misiva en misa y a distribuirla entre los fieles, muchos de los cuales han aplaudido la llamada de los sacerdotes a que "todos los delitos sean sancionados oportunamente por la justicia civil como corresponde y que también se apliquen las sanciones canónicas más rigurosas".

Cierto es que la carta de los sacerdotes de Santiago no alude a la responsabilidad de los obispos en los delitos de abuso y encubrimiento, lo que ha hecho arquear algunas cejas en una diócesis cuyo líder, el cardenal Ricardo Ezzati, ha sido fuertemente cuestionado en los últimos días a propósito de su papel en el caso de Tito Rivera, el cura que se enfrenta a una denuncia por violar a un hombre en la catedral. Pero cierto también es que los curas, "como tantos laicos, laicas y consagrados", afirman sentir "dolor, rabia y decepción" ante los escándalos de abusos que se han conocido, y que buscan "colaborar con la justicia civil ayudando a que se logre transparencia y se apliquen las sanciones correspondientes".

Los presbíteros concluyen su carta expresando su deseo "que este tiempo de purificación nos convierta en una Iglesia menos poderosa a los ojos del mundo, pero, a los ojos de Dios, más cercana y misericordiosa, menos envuelta en el poder y más en el servicio".

Texto completo de la carta de los curas de Santiago de Chile

Somos un grupo de más de 70 sacerdotes que queremos aportar en la reflexión a propósito de las noticias de los últimos tiempos.

En primer lugar, nos duelen y avergüenzan profundamente los delitos y las situaciones de escándalo que seguimos conociendo de parte de miembros de nuestro clero. Nos duele por las personas que han sido heridas y abusadas y que muchas veces no han sido acogidas en su dolor. 

Esperamos que todos los delitos sean sancionados oportunamente por la justicia civil como corresponde y que también se apliquen las sanciones canónicas más rigurosas. El abuso no puede tener cabida en el sacerdocio.

Nuestra vocación sacerdotal la vivimos como una opción de seguimiento a Cristo y de servicio a los hermanos, y nos hace inmensamente felices. Hemos adherido con total libertad a ella y lo consideramos un regalo de Dios. Tenemos la responsabilidad de vivirla de acuerdo a lo que nos pide el Evangelio y la Iglesia.

Nos avergüenza que hermanos sacerdotes, en quienes nosotros también habíamos puesto nuestra confianza, hayan cometido distintas formas de delitos y abuso. Nos duele por las víctimas y nos decepciona ver como degradan el sacramento del orden sacerdotal y también banalizan otros sacramentos como la confesión y el matrimonio. Sentimos, como tantos laicos, laicas y consagrados, dolor, rabia y decepción.

A muchos nos ha tocado escuchar, acoger y acompañar a víctimas de abusos, y nos impresiona y desgarra hondamente el dolor causado. Queremos comprometernos en primer lugar con ellos, para que encuentren en nosotros siempre una disposición de acogida y de ayuda.

Queremos trabajar la prevención de abusos en nuestras comunidades y así hacer de ellas lugares de encuentro, seguros y transparentes, donde todos se sientan acogidos y respetados. Buscaremos estar más cerca entre nosotros, los sacerdotes, atentos a las señales que indiquen cualquier atisbo de abuso, de manera de poder prevenirlos y ayudarnos. Para esto contamos también con la cercanía y apoyo de los laicos. Queremos colaborar con la justicia civil ayudando a que se logre transparencia y se apliquen las sanciones correspondientes.

Esperamos que este tiempo de purificación nos convierta en una Iglesia menos poderosa a los ojos del mundo, pero, a los ojos de Dios, más cercana y misericordiosa, menos envuelta en el poder y más en el servicio. Necesitamos, junto con laicos y consagrados, colaborar en el cambio tan necesario para poder dedicarnos con libertad a lo más nuestro, que es el anuncio del Evangelio y el servicio a los hermanos.

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