Jesuitas con herman@s 'rotos' por la vida

Nuestros hermanos y hermanas 'rotos' por la vida, que deambulan por las calles sin familia y sin acceso a los servicios sanitarios, nos recuerdan continuamente la gran paradoja de nuestras sociedades: un mundo lleno de belleza y, al mismo tiempo, con profundas heridas. Confrontado como jesuita con las paradojas de este mundo, Brian Christopher tiene la sensación desazonadora de no saber cómo solucionar los problemas.

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Brian Christopher SJ es director ejecutivo del Center for Community Resource Development (CCRD) en Ciudad Belice, América Central. CCRD es una ONG que se dedica a la organización de comunidades y al desarrollo económico entre gente golpeada por la pobreza y el crimen. www.ccrdbelize.bz o ccrdbelize@gmail.com

Fr. Brian is a native of St. Louis, a 1993 graduate of SLUH as well as St. Louis University and Boston College. Father Christopher was ordained a Jesuit priest in 2009 and is currently working in Belize City to establish the Centre for Community Resource Development, a program that deters young people from joining gangs. Additionally, Fr. Christopher serves as an assistant to the Jesuit Provincial for Social Ministry, assists in parishes, and is a sought-after speaker on matters of social policy and faith.

When asked recently why a priest would be involved in community development, Fr. Christopher responded: "We are all hungry for the Good News of the Kingdom, and this Good News comes in a variety of forms. In Belize, the Good News of the Reign of God would be a place where children are no longer victims of gun violence, where parents are able to provide food for their children and pay school fees, and where all people can see their own goodness and creativity. This is the vision of the Kingdom that the Centre for Community Resource Development is laboring to make real."

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Caminar con el Crucificado
Brian Christopher SJ


Deon iba a misa casi todos los días, con su mirada algo salvaje, una sonrisa radiante, mostrando los dientes. Lo que parecía gustarle en particular era llegar a misa hacia la mitad de mi homilía y desde el fondo de la iglesia gritar: "¡OIGA, PADRE!" Era evidente que sufría algún trastorno mental, cuyas causas eran numerosas. Unos decían que había tenido una depresión al morir su madre, al comienzo del año. Otros decían que le había caído un machete sobre la cabeza cuando era joven, dejándole una lesión permanente. Creo que lo importante no es saber cómo Deon llegó a ese estado. Pero cuando entraba en la iglesia, nadie se sentía a gusto, temiendo lo que podía ocurrir. Lo dábamos por imposible.

En los tres años que he vivido en la parroquia de San Martín de Porres en Belice, he visto a nuestros feligreses y sacerdotes crear un espacio de acogida - a veces de mala gana, como en el caso de Deon - para muchos de nuestros hermanos y hermanas 'rotos' por la vida, que deambulan por las calles sin familia y sin acceso a los servicios sanitarios. Deon nos recordaba continuamente la gran paradoja de Belice: un país lleno de tanta belleza y, al mismo tiempo, con profundas heridas, y la sensación desazonadora de no saber cómo solucionar los problemas.

Es posible que sea por esto que Deon me volvía loco: me recordaba mis rupturas, mis grietas, mi impotencia, de las que no lograba escaparme. Muchos días quería realmente echarle fuera de la iglesia, pero en lo más profundo de mi corazón sabía que las puertas de la iglesia deben estar abiertas o cerradas para todos. Pero nadie sabía cómo atenderle, y tampoco cómo controlarle. Pienso con tristeza que podría decir lo mismo de mi propia fragilidad, de mi vulnerabilidad. En la mayoría de los casos quiero deshacerme de ellas, pero la invitación es a la compasión y no a la exclusión.

Un día, durante la misa de Cuaresma, el Señor me habló de forma muy clara. Deon llegó con su ropa de siempre, caminó decididamente hacia el altar decorado con un mantel morado, como el tiempo litúrgico exigía, y una corona de espinas. Sentado ante el altar, Deon se puso la corona de espinas sobre su cabeza, bien contento de que todos le vieran, y con una sonrisa radiante en la cara. Yo seguí celebrando la misa como si no pasara nada, pero el mensaje de aquel día fue muy claro: allí estaba Jesús, roto e impotente, distrayéndonos maliciosamente, bajo el disfraz de Deon.

Mateo 25, 34-46 es uno de los pasajes más fuertes de los Evangelios. Jesús se identifica con los enfermos, con los presos, con los pobres, con las personas 'rotas'. Cuando lo hicisteis al último de mis hermanos y hermanas, a mí me lo hicisteis. Pero ¡Jesús me agota! A veces me puede llegar a distraer tanto con sus exigencias de atención o de ayuda. A veces grita y a veces huele a ron barato. A veces estoy tan ocupado en mis tareas sacerdotales que no tengo ni tiempo ni energía para responder. Deon me recuerda la paradoja que constituye la esencia de nuestra fe: en medio de la ruptura y de la impotencia - nuestras y de los demás - el Crucificado nos llama a salir de nosotros mismos.

No he vuelto a ver a Deon, pero pienso a menudo en él. Ahora soy director de una ONG en la ciudad de Belice, una ONG que trata de crear puestos de trabajo para hombres y mujeres jóvenes que intentan huir del círculo de la pobreza, de pandillas peligrosas y de la violencia. La ONG se llama Centro para el Desarrollo de Recursos Comunitarios. En ocasiones tengo la sensación de estar tratando de sacar agua de las piedras. Tengo siempre ante mí mi inexperiencia y mi sensación de no estar a la altura de la situación. La desesperación y el miedo son tentaciones frecuentes ante tanta violencia y tanto sufrimiento. Y, sin embargo, hay momentos en que recuerdo a Deon con la corona de espinas sobre su cabeza y pienso: éste es el Reino de Jesús, la obra de Jesús, el pueblo de Jesús.

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Centre for Community Resource Development

Vision

Neighborhoods transforming themselves.

Mission

To unleash the desires at the heart of neighbourhood communities through social and economic development.

Philosophy

At the heart of our organization is the belief that Belize is a nation rich in resources, both human and natural.

For many, however, the words “Southside Belize City” conjure images of crime and indigence. Entire neighborhoods are considered blighted, dangerous, and “to be avoided.” Negative images like these create social and economic isolation that contribute to crime, and they also ignore the reality that these same neighborhoods contain a wealth of untapped resources and leadership.
Three assumptions guide all we do at CCRD.

Healthy communities are those that can mobilize themselves to create a brighter future.

Community development only takes place when neighbors commit themselves to working together.

Social development and economic development are two, interdependent sides of the same coin.

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Secretariado para la Justicia Social y la Ecología
Patxi Álvarez SJ, Director Responsable
Xavier Jeyaraj SJ, Redactor
Borgo S. Spirito 4, 00193 Roma, Italia
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