Un político sin deontología es un enemigo público María-José PEÑA: La indignidad de un político sin deontología

Me indigna que el Sr. Junqueras se permita revestirse de un falso aura de hombre de diálogo para ganar una legitimidad política que perdió cuando atentó contra el Estado, es decir, contra todos.

Por circunstancias diversas estoy un poco ausente estos días, pero no puedo ni quiero dejar pasar un comentario sobre los hechos de ayer y hoy en el Parlamento de Cataluña.

Lo primero que me indigna es el talante irónico y provocador del Sr. Junqueras. Es inadmisible que quien está cumpliendo condena por haber perpetrado un gravísimo delito contra el Estado, es decir, contra todos, se permita revestirse de un falso aura de hombre de diálogo para ganar una legitimidad política que perdió cuando atentó contra todos.

Es inadmisible que se permita comparecer en una de las instituciones del Estado que pretendió destruir afirmando ante los que sufrieron su agresión que celebrar un referéndum no es malo y que lo volverán a hacer porque es normal. Lo que no dice es que es también ilegal, ni que es también inmoral, porque no se puede esgrimir como propio un derecho de pronunciamiento sobre la soberanía nacional que es de todos; porque es indigno privar a los demás de lo que siendo de todos únicamente se reclama para sí.

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Es inadmisible la ironía chulesca con que ha tratado a los representantes de C´s que, en contra de lo que ha hecho él, han respetado siempre la Ley, y han hablado, cuando lo han hecho, en el Parlamento, donde deben, y no como ha hecho él y sus correligionarios que han viciado las funciones del Parlamento autonómico y han salido de él y tomado las calles de todos, los medios de comunicación de todos y las instituciones de todos, con la voluntad de romper las estructuras del Estado que amparan a todos.

¿Qué diálogo predica usted, Sr. Junqueras?. ¿Por qué envilece sus propias palabras cuando lo que usted reclama no es diálogo sino la oportunidad de que le den facilidades para intentar otra vez lo que en la ocasión anterior no pudo conseguir?.

¿Qué diálogo reclama cuando no contempla las razones del contrario sino el seguir aprovechándose de las estructuras del Estado contando con la tolerancia del actual Gobierno central para llevar a cabo sus propósitos pasando incluso por encima del Poder Judicial?.

¿Qué nos espera a todos con usted de nuevo incidiendo en la política nacional para desestabilizar ésta y conseguir incluso con la propia anuencia del Gobierno la quiebra de todos los presupuestos políticos que nos convierten a los ciudadanos españoles en libres de nuestro destino e iguales entre nosotros?.

¿Cómo se atreve a comparecer sin avergonzarse de lo hecho, y a reclamar además el derecho y la facilidad para hacerlo de nuevo y, esta vez, garantizándose la impunidad que otro Poder del Estado no le toleró antes?.

No. Sr. Junqueras, usted no es el hombre bueno que quiere aparentar, no es el político digno que reclama presencia en las instituciones, no es el ejemplo de aspiración a la libertad con que usted mismo se reclama, todo lo contrario, usted es un hombre inmoral que ha atentado gravemente contra todos y ha querido dejar sin derechos a algunos, y, lo que es peor, no ha empeñado en ello ni siquiera alguna aunque errónea valentía, ni se ha envuelto en ningún riesgo salvo el que de la recta aplicación de la Ley ha derivado ante su estupor; no, usted lo ha hecho todo desde el cómodo y confortable lugar de quien domina la parte de las estructuras del Estado que se le confiaron, aprovechándose de ellas, de sus funciones, de sus medios materiales y de sus medios humanos. Y lo ha hecho traicionando lo que tenía la obligación de defender.

Para un ciudadano corriente es un escándalo que usted haya pisado otra vez la sede del Parlamento regional que antes violó, porque ningún ciudadano entenderá, sino con amargura, que se le respeten a usted todas sus pretensiones de atentar contra ellos y no haya un Gobierno capaz de respetarles a ellos nada.

Hoy la indignidad es de un político, sí, de usted, pero también de los que le reconocen, le toleran y permiten sus desmanes. Día negro, Sr. Junqueras, muy negro para la democracia que vivimos, tan maltratada.

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