“Marruecos, no”, “Marruecos, la muerte”. Eso decían algunos jóvenes de los que han logrado llegar a España en Ceuta. Maria Jose Peña: SERES HUMANOS

Un gobierno sin entrañas alienta a estos seres humanos, como si se tratara de animales empujados a la embestida, para vengarse así de una torpeza política de España y amilanar a otro Gobierno cobarde al que le importa más apaciguar al extorsionador que mantener la firmeza y la dignidad política, reclamar la justicia europea o sucumbir a la compasión por las víctimas.

María-José Peña 219

Maria Jose Peña

SERES HUMANOS

21.05.2021.

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Para el Gobierno de cualquier país es una vergüenza que sus ciudadanos quieran huir de él, que abominen de seguir residiendo en él, que lo quieran abandonar a cualquier precio, aunque el precio sea salir de allí con lo puesto y arriesgar la vida por lograrlo, sabiendo además que tampoco contarán con nada, y que no les espera nadie, en el lugar al que se dirigen.
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Eso es lo que ocurre en Marruecos, eso es lo que le ocurre al Gobierno de Marruecos, para su vergüenza, en ese episodio dramático vivido estos días en que las autoridades marroquíes han abierto la frontera para que miles de sus nacionales, indocumentados, a nado, o de cualquier manera, pero siempre exponiendo sus vidas, puedan cruzar hacia España.
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“Marruecos, no” “Marruecos, la muerte”. Eso decían algunos jóvenes de los que han logrado llegar a España en Ceuta.
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Una vergüenza es, también, que los dirigentes del país vecino no sólo no ofrezcan condiciones de vida y esperanzas de futuro a su juventud, no sólo no traten de disuadir a éstos de emprender esa arriesgada huida, sino que los alienten, como si se tratara de animales empujados a la embestida, para vengarse así de una torpeza política de España y amilanar así a un Gobierno cobarde al que le importa más apaciguar al extorsionador que mantener la firmeza y la dignidad política, reclamar la justicia europea o sucumbir a la compasión por las víctimas.
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Y mucho más vergonzoso es que dicho Gobierno acepte dinero (“ayuda económica”, dicen), por hacer lo que debe: controlar sus fronteras para evitar la emigración ilegal. Sin que podamos olvidar que pagar por ello es igualmente vergonzoso porque es sucumbir al chantaje y pagar porque otros resuelvan de la manera que sea lo que nosotros no queremos ver ni conocer.
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Este drama humano nadie sabe solucionarlo. Yo tampoco sé cual debería ser la solución. Pero aunque las responsabilidades políticas clamen al cielo, aunque sienta repugnancia por el comportamiento inadmisible de las autoridades marroquíes, y algo de vergüenza por el de las españoles, no quiero perder de vista que el drama principal es el humano y que éste no estará resuelto cuando se resuelva el político y que tras la frontera seguirán los parias soñando con encontrar un día u otro una oportunidad de abandonar Marruecos para buscarse la vida, sencillamente para eso, porque allí no se la pueden buscar.
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Y ahí no dejo de pensar que es también responsabilidad de esta acomodada Europa acoger a algunos de los que no han tenido la suerte de nacer en ella y, sobre todo, es responsabilidad de ella desplegar su poder e influencia para obligar a los estados medievales que aún quedan a entrar en la modernidad, desarrollar su país y atender a sus ciudadanos. Los organismos europeos e internacionales, por encima de intereses económicos, tienen ahí un papel que jugar.
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Quizá la compasión no sea la solución para esta terrible crisis de seres humanos a la deriva; preferiría la justicia, pero ni una ni otra deberían estar ausentes.
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En Europa y en España tenemos civilización, orden, organización, instituciones, instrumentos para la gestión… no puede ser que buscando responsabilidades políticas de unos u otros nos olvidemos de los que se mueren un poco cada día en el deseo de vivir. No puede ser que seres humanos sean tratados así y tengan tan pocas esperanzas para sus vidas.
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Pero sobre todo, no puede ser que se les dé respetabilidad y tolerancia a los Gobiernos de los países que tienen a sus nacionales en condiciones de miseria como las que estos días se han evidenciado, y que se sirven de ellos empleándoles como arietes para amedrentar a los vecinos cuando estos no sucumben dócilmente a la extorsión.
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Por encima de todo, los seres humanos; ese es el grave problema que hay que resolver, el de su falta de horizontes para vivir.
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