La transición fue un pacto entre españoles para enterrrar la guerra civil que nos asola desde hace dos siglos: afrancesados contra patriotas, isabelinos contra carlistas, rojos contra nacionales... Rafael Arenas García: Valoremos lo que tenemos y no lo tiremos por la borda
Lo que ha conseguido este país en los últimos cincuenta años es fruto de muchos, supuso sacrificios y renuncias, acuerdos y reconciliaciones. Juan Carlos I tuvo un papel fundamental en el proceso, pero no es solo obra suya. Casi todo el país se comprometío en él de una forma u otra.
| Edit. Salvador GARCÍA BARDÓN
En este mundo globalizado no alcanzo a ver la transcendencia de que la residencia se traslade de uno a otro país.
Mi primera impresión es que se pretende resolver una crisis del siglo XXI con una medida de la Edad Media, el destierro.
Sí, cuando un poderoso caía en desgracia o abandonaba o le hacían abandonar el país. La expatriación entonces suponía más que ahora. Implicaba, en primer lugar, la pobreza o casi la pobreza, porque el desterrado dejaba de percibir las rentas de sus propiedades, en una época en la que las rentas agrícolas eran la principal fuente de riqueza.
El exiliado podría llevar algo de oro o de valor que pudiera transportar; pero su situación sería, sin duda, peor que la que tenía en su tierra de origen.
En el siglo XXI, con la posibilidad de mover dinero a través de las fronteras sin ninguna dificultad, nada de lo anterior vale. Uno deja el país, pero eso no supondrá quebranto alguno para su nivel de vida si tiene recursos para ello.
Continúa siendo, sin embargo, un símbolo. El exilio es una pena alternativa a otra mayor ¿cuántas veces en los libros, películas o series no hemos oído eso de "quedas desterrado de por vida y si vuelves te haré matar".
Eso que no está dicho es el núcleo del destierro, esa pena que es alternativa a la de la expatriación y que de alguna forma queda pendiente como espada de Damocles cuando se ordena la salida del país.
El destierro implica que se ha hecho algo malo, algo que merece un castigo y, quizás, un castigo mayor que el que supone la exclusión de la propia tierra. Es en esa humillación y en ese aviso en lo que consiste básicamente la pena.
En realidad el exilio aquí marca un aviso: la posibilidad de que se pierdan los títulos y honores que aún conserva y quede reducido a una persona que, como un fantasma, tan solo recuerda el monarca que un día fue.
Nació en el exilio y quizás muera en el exilio. Entretanto fue monarca absoluto de España durante unos meses, los transcurridos entre su llegada al trono y la ley de reforma política de 1976. Luego fue rey en una democracia parlamentaria; pero durante unos años fue un actor principal en la política, con poder real y efectivo que utilizó -ahí están los resultados- en intentar que España pasara de la dictadura a la democracia sin que una guerra civil volviera a asolarnos.
Lo recuerdo ahora porque este elemento: el temor a que una guerra civil estallara tras la muerte de Franco, era un temor que pude sentir con toda su crudeza durante aquellos años de mi infancia.
Y no sucedió, y España fue una democracia y entramos en la UE y nos modernizamos y parecíamos un país normal.
Y fue gracias al esfuerzo de la generación de mis padres; una generación a la que también pertenece Juan Carlos de Borbón.
Ahora se va. Y seguramente hizo cosas mal, muchas, probablemente; de momento parece claro que eludió el pago de impuestos, y eso no es poca cosa.
Pero la vida real no es una historia de luz y oscuridad sin matices. Habrá quien estará interesado en que lo que está sucediendo manche todo nuestro marco de convivencia.
Sería un error.
Lo que ha conseguido este país en los últimos cincuenta años es fruto de muchos, supuso sacrificios y renuncias, acuerdos y reconciliaciones. Juan Carlos I tuvo un papel fundamental en el proceso, pero no es solo obra suya. Casi todo el país se comprometío en él de una forma u otra.
Hubiera sido mejor que el comportamiento de Juan Carlos I hubiera sido ejemplar; pero el que no lo haya sido no convierte la transición en un engaño, porque la transición fue mucho más allá de lo que hizo el rey entonces.
La transición fue un pacto entre españoles para enterrrar la guerra civil que nos asola desde hace dos siglos: afrancesados contra patriotas, isabelinos contra carlistas, rojos contra nacionales...
Me preocupa que desde hace más de diez años haya tanto interés en despertar de nuevo la guerra civil, en presentar la política actual como una continuación de aquella guerra y la transición como un engaño o una trampa.
Y ahora se volverá a ello. Se intentará aprovechar el momento para cuestionar la monarquía parlamentaria, que fue uno de los ejes de transición.
Sería, como digo, un error. Una cosa es el rey y otra la monarquía. Juan Carlos I fue rey y podría seguir siéndolo de no haber abdicado. Felipe VI es rey, pero si Felipe VI dejara de ser rey sería reina su hija Leonor, y no pasaría nada.
No debería pasar nada. Es lo que sucedería en un país en el que no se cuestiona permanentemente su misma existencia.
Y cuestionar ahora la monarquía es cuestionar la permanencia del país y el mantenimiento de la democracia.
Una república no es necesariamente más democrática que una monarquía parlamentaria. El mundo está lleno de repúblicas en las que hay menos libertad que en España, el Reino Unido, Suecia u Holanda.
Y una república no garantiza la unidad del país. Abierto el debate sobre la forma del estado se cuestionarán los propios límites del estado.
Que Juan Carlos de Borbón rinda cuentas de sus actos, si acaba siendo conveniente, que se le retiren los títulos que conserva; pero eso no cambiará esa empresa histórica en la que él, como el resto de los españoles, participó hace ya más de cuarenta años: el paso de una democracia a una dictadura con el mínimo derramamiento de sangre posible.
Y digo el mínimo porque se evitó una guerra civil, pero en aquellos años hubo muertos y heridos, bombas y atentados, asesinatos y ajustes de cuentas, violencia y miedo.
Pero se evitó lo peor y debemos seguir evitándolo. Como decía antes, España pasó a ser un país libre, moderno y avanzado.
Valoremos lo que tenemos y no lo tiremos por la borda.
Fuente: Valoremos lo que tenemos y no lo tiremos por la borda.
Cecilia Ces El Rey Juan Carlos revivirá episodios muy dolorosos ( la relación con su padre y el exilio), es una manera muy "primitiva" pero contundente de herir donde más duele. Hay algo de maldad gratuita, de humillación con odio. Hay otros canales más exentos de teatralidad, la justicia, para actuar de manera sobria y rigurosa. El exilio tiene una connotación que no es de este siglo.
CristinaCasanova Seuma Completamente de acuerdo, Rafael...!
Cobrar comisiones es cuando una empresa paga a un político para que éste le adjudiqué las obras a esa empresa.
Pero aquí resulta que la empresa adjudicataria no pagó ninguna comisión y encima gracias al rey por su amistad con el rey de Arabia Saudí se le adjudicó a la empresa española la obra.
Y el rey de Arabia Saudí le dio regalos a su amigo.
En dinero y en propiedades.
Otra cosa es que fiscalmente a Hacienda no declarase esas donaciones pero actualmente está prescrito.
Patrimonio nacional tiene propiedades donadas por otros gobiernos y reyes a don Juan Carlos porque éste a su vez las dono a patrimonio nacional.
Se quieren cargar la monarquía y a nuestro Rey actual por medio de cargarse a su padre.
Artículo 64
Los actos del Rey serán refrendados por el Presidente del Gobierno y, en su caso, por los Ministros competentes. La propuesta y el nombramiento del Presidente del Gobierno, y la disolución prevista en el artículo 99, serán refrendados por el Presidente del Congreso.
De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden.