Escuché el discurso de Pablo Casado en la tribuna del Congreso de los Diputados durante la moción de censura contra Sánchez esperando del líder del PP un gesto de valor.

Esperaba de Casado, ingenuo de mí a estas alturas, lo que muchos españoles de centro-derecha. Que más allá de las diferencias, el líder del PP arrimara el hombro a la iniciativa de Vox de reprobar la gestión corrosiva del Gobierno de la muerte y la ruina.

Pero de Sánchez e Iglesias, de los que quieren transformar España en su cortijo ideológico con el apoyo de los viejos etarras y los nuevos golpistas, Casado solo encontró reconocimiento y aplauso.

Los españoles de a pie, como yo, asistimos atónitos a un espectáculo singular: Casado, disfrazado de Dobermann para la ocasión, arremetía con furia contra su aliado natural para ganarse el favor de la izquierda, obedeciendo el consejo de las voces “progres” del partido que quieren hacer del PP el nuevo Ciudadanos de la política.

Bien mirado, el ensañamiento de Casado con Abascal no fue más que un síntoma de debilidad, la prueba más palpable de su clamorosa impotencia.

Más allá de Abascal, Casado estaba dirigiendo su enfado a todos los votantes de centro-derecha que le hemos dado la espalda por no ser capaz de enmendar el rumbo de un partido que se precipita a la desintegración desde hace años. 

Desde HazteOir.org llevamos mucho tiempo reclamando a Casado que desoiga la llamada de la camarilla “progre” del PP y que se reconcilie con su gente, pero él prefiere seguir ahondando la brecha… caminando hacia el abismo. Esta semana ha dado un pasito más.

Creyó Casado que vapuleando a Abascal, humillándolo y uniéndose a la pandilla del cordón sanitario (PSOE, Podemos, Bildu, ERC, CUP, Compromís…) podría atraer atraer de nuevo a los votantes perdidos a su proyecto. Pero se equivocó.

El NO de Casado a la moción de Vox aleja aún más al PP de cualquier posiblidad de ser una alternativa creible a la izquierda… Pues este NO es un SÍ a Sánchez, este NO es un SÍ a Iglesias, este NO es una renuncia a ser la oposición que necesita España contra el monstruoso proyecto de ingeniería social que preparan estos personajes sin escrúpulos.

Casado, sin saberlo, ha certificado esta semana el acta de defunción del PP.

Porque ni en sus mejores sueños podrá Casado recuperar el crédito ante los votantes de centro-derecha, hartos de ver cómo el PP se arrodilla ante la izquierda y apuntala cada ley ideológica, cada proyecto liberticida, abrazando cada ocurrencia "progre" como una conquista propia... Y no contentos con un currículum tan desalentador, ahora además lo rubrican poniéndose del lado de los liquidadores de nuestras libertades.

¿Cómo puede ser el azote de la izquierda quien recibe elogios de podemitas y socialistas?¿Qué credibilidad tiene un PP que ha renunciado a mostrar su repulsa al proyecto de Sánchez cuando ha tenido ocasión de hacerlo?

La sombra de su comportamiento en esta moción de censura va a acompañar al PP como un estigma, pero, paradójicamente, los votantes de centro-derecha tenemos más motivos que nunca para la esperanza.

Hay una España que no se resigna a votar tapándose la nariz por miedo. 

Hay una España que ha entendido que peor aún que la izquierda es un centro-derecha sin coraje para defender un proyecto valiente que nos proteja de las tentaciones totalitarias de aquella.

Hay una España con agallas para llamar a las cosas por su nombre y que no necesita la aprobación de la izquierda para creer en sí misma.

Hay una España que no se pone caretas de Dobermann para la ocasión, porque cuando tiene que defender lo suyo sale a pelear como un Dobermann de verdad.

Hay esperanza, más que nunca.

Porque, gracias al señor Casado, gracias a su SÍ a Sánchez e Iglesias, a los españoles de centro-derecha ya nos ha quedado claro qué podemos esperar de su partido. Sólo complacencia, renuncia y colaboracionismo.