La verdad de la aldea en el Quijote



La verdad de la aldea, donde don Quijote tiene nombre de Bueno, vence su locura por los libros de caballerías.

El propósito de los auténticos amigos de don Quijote, todos compatriotos suyos, es hacerle volver a su aldea para que allí se cure de su locura: «pareciéndoles que ya era tiempo de partirse, dieron orden para que, sin ponerse al trabajo de volver Dorotea y don Fernando con don Quijote a su aldea, con la invención de la libertad de la reina Micomicona, pudiesen el cura y el barbero llevársele, como deseaban, y procurar la cura de su locura en su tierra.», I.46.30.

Imagen:Entusiasmo de Sancho por su llegada con don Quijote a la aldea de ambos (1)

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alde-: aldea: 59: [de la aldea: 1; del aldea: 2]; aldeana: 7; aldeanas: 4; aldeano: 1; aldeas: 6; aldegüela: 1.

aldea (doc. en 1030, posibl. del ár. ad-déica 'campo', por metonimia: 'población pequeña en el campo') f. dos veces, por eufonía, con artículo masculino: del aldea, que de todas formas alterna una vez con: de la aldea.

«Por otro nombre aduar [ár. 'casas'], latine artegia y en plural artegiæ, arum, vale población pequeña en tierra de labrança; y algunos dizen estar corrompido el vocablo de aldeca; y el morador della aldeano, aldecano, de la palabra diez, y valdrá tanto como dezmero, hombre que paga del diez uno, como en el Andaluzía se llama quintero el que paga de cinco uno, y la casa de su labor se llama quinta… Bien podrá ser que esta palabra aldea sea arábiga; no alcanço su origen. Ay muchos lugares en España con este nombre de aldea, como Aldealuenga, Aldea nueva… Aldeorrio, un lugar grande desbaratado», Cov. 79.b.16.

«Este nombre de aldea, que comúnmente se aplica a los caseríos y poblaciones cortísimas del campo, solía tener significación más lata en aquel tiempo. Cervantes lo dió repetidas veces al lugar de Don Quijote, que según se ve por la misma fábula, tenía barbero, estudiantes, moriscos, hidalgos y aun caballeros.», Clem. 1496.a.

No hay duda de que en el Quijote, invirtiendo la escala axiológica de la época (® aldeanos, villanos, hidalgos ), se exalta la aldea: «¡Oh, quién tuviera, hermosa Dulcinea, | por más comodidad y más reposo, a Miraflores puesto en el Toboso, | y trocara sus Londres con tu aldea!», I.Versos Prel. 30-31.

Don Quijote procede de una aldea: «—Nunca fuera caballero | de damas tan bien servido | como fuera don Quijote | cuando de su aldea vino: | doncellas curaban dél | princesas del su rocino», I.2.22.

La aldea ejerce un auténtico magnetismo, «una querencia», sobre los seres que proceden de ella: «Con este pensamiento guió a Rocinante hacia su aldea, el cual, casi conociendo la querencia, con tanta gana comenzó a caminar, que parecía que no ponía los pies en el suelo.», I.4.1.

La aldea posee una memoria más fuerte que la del papel, lo cual hace que sus hijos sean inmortales en ella e inmortalizables por el autor que se tome la pena de reflejarla en su obra como lo hará Cide Hamete con don Quijote (ficción de autoría): «también su historia debía de ser moderna, y que, ya que no estuviese escrita, estaría en la memoria de la gente de su aldea y de las a ella circunvecinas.», I.9.5.

La aldea tiene tanta fuerza, que es capaz de reparar no sólo las debilidades de los suyos, sino también las de los extraños que se confíen a ella, como lo manifiesta el cura a Dorotea y Cardenio: «el licenciado respondió por entrambos, y aprobó el buen discurso de Cardenio, y, sobre todo, les rogó, aconsejó y persuadió que se fuesen con él a su aldea, donde se podrían reparar de las cosas que les faltaban, y que allí se daría orden cómo buscar a don Fernando, o cómo llevar a Dorotea a sus padres, o hacer lo que más les pareciese conveniente.», I.29.7.

Lo peor que puede pasarle a un rey o a una reina víctimas de una agresión extranjera, como lo es la princesa Micomicona del gigante Pandafilando de la Fosca Vista (invención de Dorotea), es que no solamente el agresor les quite su reino, sino que los deje sin una aldea donde puedan recogerse: «en sabiendo mi orfandad, había de pasar con gran poderío sobre mi reino, y me lo había de quitar todo, sin dejarme una pequeña aldea donde me recogiese», I.30.17.

Lo peor que puede pasarle a un hombre es perder el honor en su aldea, que es lo que cree Sancho que le ha pasado a don Quijote cuando descubre que la princesa Micomicona es la aldeana Dorotea enamorada hasta el hociqueo del hidalgo don Fernando: «—¡Ay señor, señor, y cómo hay más mal en el aldegüela que se suena, con perdón sea dicho de las tocadas honradas! —¿Qué mal puede haber en ninguna aldea, ni en todas las ciudades del mundo, que pueda sonarse en menoscabo mío, villano?», I.46.12-13. Réplica perentoria de Sancho: «porque a ser lo que ella dice [una princesa, que no una aldeana], no se anduviera hocicando con alguno de los que están en la rueda, a vuelta de cabeza y a cada traspuesta.», I.46.16.

El propósito de los auténticos amigos de don Quijote, todos compatriotos suyos, es hacerle volver a su aldea para que allí se cure de su locura: «pareciéndoles que ya era tiempo de partirse, dieron orden para que, sin ponerse al trabajo de volver Dorotea y don Fernando con don Quijote a su aldea, con la invención de la libertad de la reina Micomicona, pudiesen el cura y el barbero llevársele, como deseaban, y procurar la cura de su locura en su tierra.», I.46.30.

Sancho se asocia al proyecto de sus compatriotos, aunque sin renunciar al futuro que le ha abierto don Quijote: «—Eso haré yo de muy buena gana, señor mío—respondió Sancho—, y volvamos a mi aldea en compañía destos señores, que su bien desean, y allí daremos orden de hacer otra salida que nos sea de más provecho y fama.», I.52.29.

La aldea entera recibe a don Quijote, su compatrioto: «a cabo de seis días llegaron a la aldea de don Quijote, adonde entraron en la mitad del día, que acertó a ser domingo, y la gente estaba toda en la plaza, por mitad de la cual atravesó el carro de don Quijote. Acudieron todos a ver lo que en el carro venía, y cuando conocieron a su compatrioto, quedaron maravillados», I.52.32.

La mujer de Sancho no quiere por nada del mundo abandonar su aldea ni que su hija lo haga para convertirse en condesa: «Vos, hermano, idos a ser gobierno o ínsulo, y entonaos a vuestro gusto; que mi hija ni yo, por el siglo de mi madre que no nos hemos de mudar un paso de nuestra aldea», II.5.20.

Aunque el escudero del Caballero del Bosque le confiesa su atractivo por la vida de aldea para criar a sus hijitos, Sancho persevera en su idea, contraria a la de su mujer, de hacer de su hija una condesa: «—Real y verdaderamente—respondió el del Bosque—, señor escudero, que tengo propuesto y determinado de dejar estas borracherías destos caballeros, y retirarme a mi aldea, y criar mis hijitos, que tengo tres como tres orientales perlas. —Dos tengo yo—dijo Sancho—, que se pueden presentar al Papa en persona, especialmente una muchacha a quien crío para condesa, si Dios fuere servido, aunque a pesar de su madre.», II.13.10-11.

El Caballero de la Blanca Luna, el más perseverante e inteligente de sus compatriotos en intentar hacer volver al loco a su lugar, ha puesto como condición a don Quijote que de ser vencido en su batalla singular se vuelva durante un año a su aldea: «Volvióse por el castillo del duque, y contóselo todo, con las condiciones de la batalla, y que ya don Quijote volvía a cumplir, como buen caballero andante, la palabra de retirarse un año en su aldea, en el cual tiempo podía ser, dijo el bachiller, que sanase de su locura; que ésta era la intención que le había movido a hacer aquellas transformaciones, por ser cosa de lástima que un hidalgo tan bien entendido como don Quijote fuese loco.», II.70.10.

Don Quijote y Sancho vuelven definitivamente a su aldea, que Sancho saluda como se saluda el lugar de una peregrinación, al llegar a tenerlo ante la vista: «Con estos pensamientos y deseos subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea, la cual, vista de Sancho, se hincó de rodillas, y dijo: —Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote, que si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo; que, según él me ha dicho, es el mayor vencimiento que desearse puede.», II.72.31-32.

Sancho no quiere que don Quijote se entretenga en interpretar agüeros a la entrada de la aldea («De los agüeros que tuvo don Quijote al entrar de su aldea», II.73.Epígr.), sino que entre de una vez en su deseada patria: «no es menester hacer hincapié en esto [de los agüeros], sino pasemos adelante y entremos en nuestra aldea.», II.73.11.

«Don Quijote, sin guardar términos ni horas, en aquel mismo punto se apartó a solas con el bachiller y el cura, y en breves razones les contó su vencimiento, y la obligación en que había quedado de no salir de su aldea en un año, la cual pensaba guardar al pie de la letra, sin traspasarla en un átomo, bien así como caballero andante, obligado por la puntualidad y orden de la andante caballería, y que tenía pensado de hacerse aquel año pastor», II.73.20.

La verdad de la aldea, donde don Quijote tiene nombre de Bueno, vence a la locura de los libros de caballerías: «Yo me siento, sobrina, a punto de muerte; querría hacerla de tal modo, que diese a entender que no había sido mi vida tan mala, que dejase renombre de loco; que puesto que lo he sido, no querría confirmar esta verdad en mi muerte. Llámame, amiga, a mis buenos amigos: el cura, al bachiller Sansón Carrasco y a maese Nicolás el barbero, que quiero confesarme y hacer mi testamento. § Pero de este trabajo se escusó la sobrina con la entrada de los tres. Apenas los vio don Quijote, cuando dijo: —Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno.», II.73 § 7-9.

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(1) ◊ Entusiasmo de Sancho por su llegada con don Quijote a la aldea de ambos

Articulación diegética: Tercera vuelta a la aldea.

Texto ilustrado por Gustave Doré (dibujo) y Salvador Tusell (pintura):

"Con estos pensamientos y deseos subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea, la cual, vista de Sancho, se hincó de rodillas, y dijo:

—Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote, que si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo"

El Q. II.72.31-32.

Légende de l'édition française :

[Tome II. Seconde partie. Pl. en reg. p. 588 : Don Quichotte et Sancho Panza arrivent en vue de leur village.] "Ouvre les yeux, patrie désirée, et vois revenir à toi Sancho Panza, ton fils".

Contexto del texto ilustrado:

Capítulo Setenta y dos. De como don Quijote y Sancho llegaron a su aldea.


30. Aquel día y aquella noche caminaron sin sucederles cosa digna de contarse, si no fue que en ella acabó Sancho su tarea, de que quedó don Quijote contento sobremodo, y esperaba el día, por ver si en el camino topaba ya desencantada a Dulcinea su señora; y siguiendo su camino, no topaba mujer ninguna que no iba a reconocer si era Dulcinea del Toboso, teniendo por infalible no poder mentir las promesas de Merlín.

31. Con estos pensamientos y deseos subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea, la cual, vista de Sancho, se hincó de rodillas, y dijo:

32. —Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote, que si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo; que, según él me ha dicho, es el mayor vencimiento que desearse puede. Dineros llevo, porque si buenos azotes me daban, bien caballero me iba.

33. —Déjate desas sandeces —dijo don Quijote—; y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado a nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoral vida pensamos ejercitar.

34. Con esto, bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo.

El Q. II.72.30-34.


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Fuente de los textos:

1) Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, 2005. Una edición precedente de este artículo, bajo el título "La aldea en el Quijote", apareció en éste y en otros soportes virtuales el 21.06.05 | 20:46.

2) Salvador García Bardón: El Quijote para citarlo

Fuente de la imagen:

Salvador García Bardón: El Quijote ilustrado por G. Doré y pintado por S. Tusell
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