Fin de año
31 de diciembre: Octava de Navidad
Lee la Biblia y reza con ella.
“Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido, para que comprendieran la lectura” (Esd 8, 8).
La oración es la respiración de la fe, y la fe se fortalece con la Revelación, para no quedar en un sentimiento subjetivo o emocional. Ayuda tener conocimiento de los textos sagrados, y saberlos comprender desde una interpretación creyente y sapiencial, como indica san Pedro en su carta: “Ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia, pues nunca fue proferida profecía alguna por voluntad humana, sino que, movidos por el Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios” (2Pe 1, 20).
Si no se apela a la sana tradición y al sensus fidei de la Iglesia, en la interpretación de las Escrituras, existe el riesgo de no descubrir el sentido pleno de las palabras. Si se interpretan de manera totalmente subjetiva, cabe perecer en el error y apartarse de la fe de la Iglesia. Una actitud personalizadora nos la enseña María, la madre de Jesús, en la respuesta al ángel: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». (Lc 1, 38).
La Iglesia en la reforma litúrgica ha acercado la Biblia a los fieles. A lo largo de tres años, quienes acuden a la celebración dominical escuchan la proclamación de los cuatro evangelios y los textos más importantes del Antiguo y Nuevo Testamento. Además, diferentes editoriales publican ediciones de bolsillo de las lecturas diarias o dominicales.
Lee la Biblia y reza con ella.
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