V Domingo de Cuaresma 

Texto evangélico 

“Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, sal afuera». El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar».” (Jn 11, 41-44) 

III Estación: Primera caída de Jesús, camino del Calvario

“Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre, si es posible, pase de mí esta copa, pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres Tú» (Mateo 26,39).

“Después de prenderlo, Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro estaba sentado entre ellos. Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo: «También este estaba con él». Pero él lo negó, diciendo: «No lo conozco, mujer»” (Lc 22, 54-57).

Consideración: 

Las caídas de Jesús que se veneran en la Via Dolorosa no son tanto las que sufre Jesús, cuanto las nuestras sobre Él. Le pesan nuestras infidelidades, negaciones, nuestras prepotencias y orgullo.

¡Cuánta gente postrada, tirada en el suelo, desahuciada, con sentimiento de frustración y de desesperanza! En la negación de Pedro cabe descubrir la resonancia de nuestras infidelidades. No es remedio permanecer derrumbado, escéptico y desesperanzado, aguardando la fortuna de una mano alargada para levantarnos.

El secreto para levantarse siempre está en saberse mirado por el que llevó nuestras dolencias.

Invitación 

“No tengan miedo de los fracasos. En el arte de caminar, lo importante no es caer, sino levantarse enseguida y seguir adelante” (Papa Francisco).