En el Adviento, tiempo que evoca el desierto y llama a la oración, destaca la figura de san Juan Bautista, precursor del Mesías, que nos introduce en la relación más íntima, al señalar a Jesús como el esposo. III Domingo de Adviento

Domongo de la alegría

Tercer Domingo de Adviento 

Texto evangélico 

 “Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia»” (Jn 1, 19-20. 23.27). 

Concurrencias 

Yo no soy el Mesías, sino que he sido enviado delante de él”. El que tiene la esposa es el esposo; en cambio, el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo; pues esta alegría mía está colmada. Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar” (Jn 3, 28-30).

De nuevo le preguntó el sumo sacerdote a Jesús: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?». Jesús contestó: «Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene entre las nubes del cielo» (Mc 14, 61-62). 

Resonancias 

El Bautista no se limita a predicar la penitencia, sino que, reconociendo a Jesús como Cordero de Dios”, que vino para quitar el pecado del mundo (Jn 1, 29), tiene la profunda humildad de indicar a Jesús como verdaderoEnviado de Dios, haciéndose a un lado, para que Él pueda crecer, ser escuchado y seguido. Toda la vida del Precursor de Jesús está alimentada por la relación con Dios, en especial el período transcurrido en regiones desiertas (cf. Lc 1, 80); las regiones desiertas que son lugar de tentación, pero también lugar donde el hombre siente su propia pobreza porque se ve privado de apoyos y seguridades materiales, y comprende que el único punto de referencia firme es Dios mismo. El evangelista san Lucas, al referir la oración que Jesús enseña a los discípulos, el «Padrenuestro», señala que los discípulos formulan la petición con estas palabras: «Señor enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos» (cf. Lc 11, 1) (Benedicto XVI, Audiencia 29 de agosto 2012). 

Contemplación 

En el Adviento, tiempo que evoca el desierto y llama a la oración, destaca la figura de san Juan Bautista, precursor del Mesías, que nos introduce en la relación más íntima, al señalar a Jesús como el esposo. Por el bautismo nos hemos convertido en familia de Jesús, Él nos entraña en la vida de Dios.

Volver arriba