Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo III Miércoles de Cuaresma

III Miércoles de Cuaresma
III Miércoles de Cuaresma

Tiempo de cumplir los mandamientos del Señor

III Miércoles de Cuaresma

(Deuteronomio 4,1.5-8; Salmo 147; Mateo 5,17-19) 

Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar.” (Dt 4,1.5-6). 

Tiempo de observar y cumplir los mandatos del Señor 

Los mandatos del Señor no son cargas pesadas, insoportables, que nos echa Dios sobre los hombros a quienes deseamos seguir por el camino de la fidelidad. “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos” (Sal 18,9). No se puede reducir el Evangelio a un código ético, y menos a un proyecto de vida pretencioso por querer cumplir todos los preceptos. El secreto que encierra la ley del Señor, según canta el salmista, alegra, ilumina, serena, de paz, plenifica a la persona, es fuente de felicidad y de bienaventuranza. No cabe el autoengaño pietista: “No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21). 

Jesús obediente a la voluntad de su Padre 

Jesús les dijo: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis» (Jn 4, 31-34). Quien hace oír a los sordos, y dar luz a los ojos del ciego, quien resucita a los muertos confiesa: “Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Jn 6,30). Esta es la norma más transformadora, porque quien la pone en práctica, recibe la dignidad de hermano de Jesús. «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mt 12,47-50). 

Propuesta 

Vosotros orad así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6,9-10),

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