Dios nos hace misericordia
23 de diciembre: IV Martes de Adviento
Ante el desconocido, ¿te desentiendes o lo miras con respeto y lo acoges?
“En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. En verdad, en verdad os digo: El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado” (Jn 13, 16-17.20).
Cuando desea resaltar una enseñanza del Maestro, el evangelista emplea la forma solemne: “En verdad, en verdad os digo”. En este caso afirma la dignidad del prójimo y la sacramentalidad de la acogida. En el texto evangélico, Jesús se refiere a los que Él envía, pero en un contexto mayor se puede afirmar que no solo se recibe a Cristo cuando se acoge a uno de sus discípulos, sino también cuando se recibe al prójimo. No solo se acoge a Cristo, sino el misterio de Dios.
En el III encuentro con el Papa que hemos tenido los misioneros de la misericordia en la octava de Pascua, R. Fisichella nos ofreció una primera conferencia sobre la acogida, y nos propuso el ejemplo de Abraham, cuando a la hora de mayor calor se levantó ante la visita de tres jóvenes que pasaban por su puerta. El patriarca no los conocía, pero derrochó hospitalidad con ellos. Sorprenden los detalles de las diferentes posturas que toma el anciano. De estar sentado, pasa a correr y a postrarse ante los visitantes. En la escena (Gn 18) se percibe prontitud, eficacia, generosidad, respeto… ejemplo paradigmático de cómo acoger al prójimo, más aún cuando sabemos que es sacramento de Cristo.
Ante el desconocido, ¿te desentiendes o lo miras con respeto y lo acoges?
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