Canta o reza el "Magnificat"
22 de diciembre: IV Lunes de Adviento
El Padre está en mí, y yo en el Padre
(Sabiduría 2,1a. 12-22; Salmo 33; Juan 7,1-2.10.25-30)
“Algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado» (Jn 7,25-29).
La Iglesia propone textos bíblicos que revelan la identidad de Jesús en su naturaleza humana, y en su identidad divina. San Pablo la describe magistralmente: “El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.” (Flp 2,6-11) Cuando Jesús acudió a Betania, una vez que había muerto su amigo Lázaro, se encontró con Marta, su hermana. Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». «Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees esto? Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo» (Jn 11,21.25-27).
Jesús en diferentes momentos, se presenta con la expresión “Yo soy”, que concuerda con el nombre que Dios reveló a Moisés en la zarza ardiente. «Yo soy el pan de vida” (Jn 6,35) «Yo soy la luz del mundo». (Jn 8,12) «En verdad, en verdad os digo: Antes de que Abrahán existiera, yo soy» (Jn 8,58). No es una intuición la demostración de la identidad divina de Jesús, sino el núcleo de la fe cristiana. Yo soy el Buen Pastor (Jn 10,11) “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará” (Jn 10, 9) Y en el momento supremo de la Cena Pascual, el Maestro afirma: “Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy” (Jn 13, 13).
“Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre»” (Jn 10, 37-38).
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