Dios nos hace misericordia
23 de diciembre: IV Martes de Adviento
Bienaventurados los mansos.
“Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti. Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua” (Is 26, 2-4).
Si vamos sumando las diferentes lecturas de la primera semana de Adviento, resalta la referencia a la paz, que se puede concretar en orar por la paz, en ser instrumento de paz, y el de reconciliarse con uno mismo. El Evangelio, en la misma línea, narra la tempestad calmada: “¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma” (Mt 7, 26).
Caben tormentas atmosféricas, pero también tormentas comunitarias, y sobre todo tormentas emocionales. Ante las primeras debe haber precaución, no está en nuestras manos evitar que amaine o arrecie la lluvia, pero sí cabe superar las contiendas familiares o comunitarias, y sobre todo los descontroles personales. Una ayuda para serenar el ánimo nos la enseña hoy la Palabra: “su ánimo está firme y mantiene la paz”.
La preparación de la Navidad pasa por la pacificación personal y social. La Calenda que se canta en la tarde de Nochebuena hace referencia a la paz: “En el año cuadragésimo segundo del imperio del César Octaviano Augusto, estando todo el mundo en paz, Jesucristo, eterno Dios e Hijo del Eterno Padre, queriendo santificar el mundo por su advenimiento, fue concebido por obra del Espíritu Santo, y transcurridos nueve meses después de ser engendrado, en Belén de Judea nació de la Virgen María hecho hombre”.
Bienaventurados los mansos.
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