El Adviento es tiempo de alegría espiritual, alegría interior fundada en la paz del corazón I Martes de Adviento

Tiempo de alegría

Primer martes de Adviento 

Texto Evangélico

“En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien” (Lc 10, 21).       

Concurrencias 

Estad alegres en la medida que compartís los sufrimientos de Cristo, de modo que, cuando se revele su gloria, gocéis de alegría desbordante (1Pe 4, 13).

“Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santou” (1Ts 1, 6). 

Resonancias 

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, no del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos, para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años (Francisco, EG 1). 

Si guardáis más que los ojos la profesión de tres votos, libraros de mil enojos, de tristeza y desconsuelo, monjas del Carmelo (Santa Teresa, Poesías, 20). 

Teresa de Jesús invita a sus monjas a «andar alegres sirviendo» (CP 18,5). La verdadera santidad es alegría, porque “un santo triste es un triste santo” (Carta del Papa Francisco con motivo del V Centenario de Santa Teresa). 

Contemplación 

El Adviento es tiempo de alegría espiritual, alegría interior fundada en la paz del corazón, en la certeza del amor divino, que se expresa socialmente en las relaciones amigas, familiares y sociales. Pero la razón cristiana de la alegría nos la da san Pablo: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos.  Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca” (Flp 4, 4).

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