Virgen de la Esperanza
18 de diciembre: III Jueves de Adviento
Difamar es desnidar injustamente
No solo cabe despojar a una persona físicamente; a veces es más vejatoria la calumnia, el comentario insinuante de algún comportamiento personal, que acarrea pérdida de la fama y del honor. Los contemporáneos de Jesús pensaban mal de Él y comentaban noticias para desprestigiarlo. “Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse?” (Jn 8, 22)
A Jesús lo tacharon de comilón, borracho, endemoniado, blasfemo, agitador, amigo de pecadores. Lo tuvieron por proscrito e impuro. Y estos pensamientos llegaron a ser acciones violentas, como las que Él anticipó: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada» (Jn 8, 28).
La prueba más dolorosa es verse sin honor, y aún más si es en presencia de los tuyos. El que va a ser crucificado, a quien le quitan la ropa, aunque lo protege la certeza del cobijo que le da el amor de su Padre, sufre al verse así delante de su Madre.
San Pablo describe de manera sobrecogedora esos momentos en los que Jesús queda en la mayor intemperie y desnudo: “Se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz (Flp 2, 7-8).
¿Cómo vives los momentos en los que te ves desestimado?
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