“Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo; proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras. Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, ¡qué profundos tus designios!” (Sal 92, 2-6)
Una oración recomendada y practicada por muchos es el ofrecimiento de obras al comenzar el día. Algunos aprovechan el viaje en medios públicos para hacer su oración matutina, leer las lecturas del día, rezar laudes, agradecer la jornada y encomendar las tareas. San Ignacio de Loyola enseña la razón para ejercer y ejercitar los propios dones, “para mayor gloria de Dios”. “Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Todo mi haber y mi poseer; vos me lo disteis a vos, Señor, lo torno; todo es vuestro disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia que esta me basta” (San Ignacio de Loyola).
Es importante mantener la conciencia de saberse capacitado en las tareas por gracia de Dios, y reconocer quién es el principio de todas las destrezas. “¿Tienes algo que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado?” (1Co 4, 7)
Haz el ofrecimiento de obras cada mañana