Constantemente somos destinatarios de mensajes fraudulentos, envueltos en lenguaje de fingimiento, que intentan obtener el plebiscito y la adhesión para que después sus emisarios puedan ejercer el despotismo. XXIX Domingo del Tiempo Ordinario

Solo Dios es Dios

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, “A” 

Evangelio

«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?». Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto». Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta imagen y esta inscripción?». Le respondieron: «Del César». Entonces les replicó: «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 16-21). 

Comentario 

El saludo de los fariseos y de algunos herodianos a Jesús aparenta educación y trato obsequioso, pero como el mismo Maestro desenmascara, encierra hipocresía y falsedad, es un modo tramposo que intenta halagar para lograr alguna declaración de aquel a quien desean denunciar y perseguir. 

¡Es tan actual el método engañoso! Constantemente somos destinatarios de mensajes fraudulentos, envueltos en lenguaje de fingimiento, que intentan obtener el plebiscito y la adhesión para que después sus emisarios puedan ejercer el despotismo. 

Es tiempo de discernir para no caer en la trampa de la apariencia, y en cualquier caso, para distinguir lo que es imperativo legal de lo que es voluntad divina; lo que es necesidad social, de lo que es relación trascendente. 

El civismo, el comportamiento responsable, el cumplimiento de la norma, son exigencias comunitarias, pero a la vez el respeto a la conciencia, la libertad religiosa, la defensa de los valores éticos son exigencia de los derechos más fundamentales. 

Solo cuando se sabe dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César se asegura la convivencia más estable. Cuando se confunden o invaden los campos se sufre violencia y se siembra enfrentamiento. El César no es Dios. 

Solo Dios es Dios, y el ser humano es su sacramento. Y resuena la profecía: “Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre, te di un título de honor, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay dios. Te pongo el cinturón, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor y no hay otro” (Is 45, 4-6).

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