Pon tus manos en el bien hacer 6 de agosto: La Transfiguración del Señor

“Unos ocho días después de estas palabras, tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».” (Lc 9, 28-35)
Los evangelios de Marcos y Mateo sitúan la experiencia de la Transfiguración en el sexto día, el día de la creación del hombre; con ello aluden a la nueva humanidad revelada en Jesús. Lucas, en cambio, señala que fue al octavo día, lo cual puede interpretarse como una anticipación del día de la resurrección del Señor. El octavo día es, por excelencia, el día cristiano, porque alude al último día, al día pleno, que comienza con la resurrección de Jesús.
Hoy, en muchos pueblos, se celebra la fiesta del Salvador. Es un día para trascender la realidad, mirar la historia desde la luz de Cristo, dejarse iluminar y fascinar por Aquel que es avalado por Dios como su Hijo elegido, amado, preferido.
Dentro del mes de agosto, la fiesta de la Transfiguración del Señor es una llamada a valorar lo corpóreo y lo material. Es un tiempo propicio para acrecentar la belleza y la bondad de la creación, sin malversarla ni ejercer un dominio depredador sobre las cosas.
Pon tus manos en el bien hacer