Nos parece soñar 775 aniversario del Císter en Buenafuente

Gratitud a Dios, y las genraciones de monjas, y a tantos amigos.

A Buenafuente del Sistal en el 775 aniversario 

Quiero cantar al Sistal en esta primavera, por sus cerca de ochocientos años de existencia, e invitar al manantial a la alabanza. Ocho siglos y más, manando gratuito, sin medida ni control de su abundancia. Nunca dicen se secó la fuente, cobijada a los pies del tempo con bóveda artesana. 

He salido hasta el lugar histórico donde hace medio siglo escuché el clamor vespertino de la espadaña, gritándome no querer silenciar su ruego y su tañido, llamadas a la oración, y también de aviso interno a los vecinos, para quienes vivíamos sin otro modo de comunicación externa que los golpes contados de la campana. 

He dicho al cielo, en su azul más limpio, que escuche todas nuestras intenciones, rezadas en salmodias, melismas gregorianos, y con silencios de presencias blancas, de horas derramadas, anónimas, discretas, amorosas, en soledad sonora. 

Cómo decir en un verso casi un milenio, y dejar en un renglón la vida entera. Mas, mil años es un ayer ante el Misterio, dice el verso sagrado, y el ahora es ya eterno en la presencia del que no tiene tiempo.  

Me he fijado en la hoja nueva del roble añoso, y en el rebrote de la encina recia. Me ha venido el olor a incienso, y en el campo he rendido el pensamiento ante la flor blanca del espino, y la vara de gamón florecido. Los montes son testigos de la historia, las piedras seculares la acreditan. Los mismos horizontes de sabinas cobijan la abadía de arcos ojivales. Hoy arropada de cipreses y de árboles de hojas estrenadas. 

Al llegar, hace ya más de medio siglo, quise tomar la antorcha y el relevo de tantas generaciones enclaustradas y prolongar la historia, no por empeño, sino por llamada. Y confío poder entregar el testigo a quien desee prolongar arpegios, al hilo de la corriente sagrada, para que no se acabe la plegaria, ni se cansen de recibir a los rostros mendicantes de paz y de consuelo, que no es a otro que a Jesucristo. 

Quiera Dios que no se agoten el agua saludable, los días remecidos de presencia amiga, y sigan escuchándose a los peregrinos dentro del santuario, que oran y agradecen el cobijo sin pedirles el credo, ni siquiera el diezmo, porque siguen entrando al Císter aquellas que rezan y cantan con cogullas blancas. Y a Dios sean las gracias merecidas, y a Nuestra Señora, Santa María, a la Madre de Dios, bendita, que en esta abadía nos preside.

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